La búsqueda de la verdad y de un estilo
por Israel ParedesMichael Winterbottom, quien fuera uno de los cineastas más prometedores de los noventa, capaz de moverse entre géneros y aportar una mirada personal a todos ellos, ha ido perdiendo pulso e interés durante los últimos años. Desde El demonio bajo la piel y The Trip, no había vuelto a nuestras pantallas a pesar de haber dirigido otras cuatro obras, las interesantes Trishna (2011), Everyday (2012), The Look of Love (2013) y The Trip to Italy (2014). Pero ninguna de ellas, ni por separado ni en su conjunto, devolvía al mejor Winterbottom; quizá tan solo lo consiguió con El demonio bajo la piel, pero sin duda sus películas carecen de la fuerza que tuvieron, siempre proyectando una sensación de búsqueda que no tiene el carácter experimentador e innovador que presentaban sus anteriores obras, sino más bien el trabajo de un director que no consigue encontrar su estilo, su lugar, en el cine actual. Y si bien hace dos décadas esto suponía una huella casi autoral, ahora, deviene en simple desconcierto.
Sensación que transmite de principio a fin con El rostro de un ángel, una obra caótica en su desarrollo, tanto visual como argumental, pero que consigue con ello, paradójicamente, ser muy interesante, porque resulta extraña, desconcertante, a veces de manera consciente, otras, entendemos, que inconsciente. A partir del famoso caso de Amanda Knox, Winterbottom nos presenta a un director de cine (Daniel Brühl) que acude a Italia a documentarse para realizar una película a partir del caso. Desconcertado y perdido, consumidor de cocaína y tendente al delirio –las secuencias de las alucinaciones son tan lógicas dentro del desarrollo narrativo como terribles en su construcción visual-, se mueve por las calles italianas con menos misterio y gracia que lo hacía el personaje de Genova, una de las mejores obras de Winterbottom de los últimos años. La puesta en escena del director, así como ese sentido de caos que impregna la película, acaba convirtiéndose en la mejor manera de definir a un personaje que deambula en busca de la verdad pero que, en realidad, parece buscar su lugar, saber dónde está, qué está haciendo. En cierta manera, como el propio Winterbottom en el cine reciente, en el cual no es capaz de ubicarse.
Intriga y crisis personal se dan la mano en una película que no consigue aunar convenientemente ambos aspectos, derivando finalmente la trama hacia unos derroteros en los que la trama criminal va perdiendo interés debido a su falta de resolución, algo perfecto para evidenciar uno de los temas principales de la película, la imposibilidad de la verdad así como la dualidad de los caracteres, muy bien mostrado mediante esa sensación lisérgica que acompaña a las imágenes.
Y aunque hay momentos en los que la película se sostiene, rápidamente vuelve a caer, y en ese ir y venir entre el interés y su ausencia, el espectador acaba tan perdido como su personaje (y Winterbottom). Quizá, ese era el objetivo del director británico, crear una estructura, un ritmo y una atmósfera cuyo aturdimiento nos condujera al lado del personaje. Gracias a esta posibilidad, El rostro de un ángel es mucho más compleja que lo que su enrevesada trama plantea.
Lo mejor: El carácter lisérgico y alucinado que tienen las imágenes.
Lo peor: La constante falta de rumbo de la película.