Obsesión
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Lourdes L.
Lourdes L.

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1,5
Publicada el 28 de marzo de 2015
Jennifer López está cayendo en un chauvinismo, creencia exagerada de que lo propio siempre es mejor respecto lo ajeno, que roza lo patético.
Escena inicial de presentación de la madre coraje/esposa sufridora y, rápidamente, a lo esperado que tampoco es cuestión de perder tiempo con un guión medio decente/medio enrevesado que, cada segundo de fotograma, cuesta lo suyo, por tanto..., ¡vamos allá!, contacto físico, miradas furtivas y deseo carnal entre la dulce pareja que se volverá diabólica y que parece una recreación del famoso anuncio de coca cola, hace ya tiempo, donde "I just wanna make love to you" de Etta James sonaba mientras un obrero sexy, sin camiseta y pectorales lustrosos, se tomaba una coca cola light delante de sofocantes oficinistas sólo que, acá, la calurosa aspirante es fisgona vecina observando por la ventana al candidato arrebatador que opta a escena de sexo arreglando el coche; sigamos..., consecuente siguiente etapa de acoso por veinteañero psicópata enamorado, rechazado por su amor exclusivo de una noche donde bajamos el escalafón de la banalidad y simpleza por debajo, áun, de donde se estaba, que ya era poco, pues olvídate de algún tipo de adrenalina, incertidumbre, escalofrío, tensión o algo que te despierte de tu inevitable ignorancia ante tanto letargo y, dando por anticipado que el propòsito de la película era lucimiento personal de la cantante-que-olvidó-que-era-actuar -ya que paga ella-, al menos se lo podía haber currado un poco a la hora de transmitir emoción, interés o lo que fuera menos esta languidez y muermo desinteresado que, amén de ver desfilar la cara guapa de la susodicha y su esbelto cuerpo trabajado, nada hay que saborear pues los pasos son de niño de guardería, aprendiz aficionado a escribir que ni se esfuerza en ser creativo o mínimamente original y que, ni siquiera, tienen la decencia de ser creíbles en cuanto a pasión irrefrenable, lujuria amorosa ni en relación al terror, miedo, pavor de sentirse perseguida, acosada y atemorizada por el chico de al lado.
Nada hay que se pueda salvar en este relato escogido por la diva presente para su vuelta a la gran pantalla, a menos que cuente que no hay escena donde no se cuida que salga favorecida y siempre perfecta, da igual que la interpretación sea vulgar, soporífera y de risa dada la poca credibilidad, motivación, entusiasmo y ganas que ofrece seguir esta versión cutre de cuarentona que se pica por vecino y acaba maldiciendo la noche de tan mancillado desahogo.
Me niego a creer que Barbara Curry, guionista, no tuviera aguda imaginación para escribir algo más suculento, que Rob Cohen, director, no tuviera capacidad creativa para un rodaje más apetecible y, en general, es de vergüenza la baja calidad de lo ofrecido, cualquier video de la susodicha tiene más picardía, atracción, frenesí e interés que todo este soponcio.
Abuso de una cinta explotada que sufre en silencio y se sacrifica ante la incredulidad de su contenido y que se muere por poder decirle a la estrella protagonista..., "Déjame, no vuelvas a mi lado, una vez (estuvimos coordinados) pero, ahora todo eso pasó, no queda nada (de nuestra relación), no hay nada que, ahora ya puedas hacer, porque a tu lado (preferiría no volver)...".
Puro cliché andante es decir demasiado de ella, aburrida es ofender a los aburridos que no tienen por qué cargar con la mediocridad insustancial de quien se cree la más guapa del reino cuando se mira al espejo hasta que éste, asfixiado, se inmola voluntariamente en mil pedazos.
La pregunta es ¿por qué se ha molestado ella en molestarnos a nosotros?
Charlie W.
Charlie W.

14 usuarios 17 críticas Sigue sus publicaciones

1,5
Publicada el 8 de abril de 2015
Acomodado ya en la butaca del cine donde proyectan Obsesión, desfilan inevitables por la memoria, secuencias de similares films que en otros tiempos cumplieron con creces la función que se les suponía, esa tan gratificante y que muchas veces hallamos en producciones que apenas mostraron signo alguno de que nos harían, sin embargo, lucir satisfechos esa efervescente sonrisa al ver desfilar los créditos del final. Atracción fatal, Durmiendo con su enemigo, La mano que mece la cuna, y otros tantos más, que de cualquier década acuden, están ahí, apremiando ese salivar, preludio seguramente de otro hit del thriller psicológico.
Dejando de lado comparaciones odiosas y poniendo de relieve, eso sí, lo sustancioso de acudir a elementos comunes que sin duda, siendo hermanas de género, tendré hoy delante, me dispongo resuelto a enfangarme, (nunca mejor dicho), en lo que el director Rob Cohen, ha preparado a base de chamuscados clichés, desafortunadas actuaciones y deliberados ramalazos de lo que debe contener este tipo de películas. Y digo ramalazos porque es donde Cohen junto con su equipo se queda. Palos de ciego a esto de posicionarse en atraer al respetable a este o a aquel punto de la acción. Dejando de lado no sólo eso de que el intérprete no da la talla, que tal vez sea así, sino que tampoco se le da opción alguna, ya que la historia hace aguas sin que sople siquiera una leve brisa.
Así van pasando fotogramas, mi gozo se adentra cada vez más en ese pozo desilusionante que a veces te encuentras de bruces como cuando esta vez me las prometía tan felices absorto en esos añorados hits del pasado. Aun así mantengo cierta esperanza diciéndome a mí mismo que en algún momento, esta especie de producción televisiva para sábados por la tarde, dará un giro inesperado, de esos de saltar y sembrar de palomitas al espectador de al lado, esos que en este tipo de género cinematográfico suele ser tan habitual.
Ni el tipazo de la López ni los desmanes del jovencito psicópata elegido para estas lides encarnado por Ryan Guzmán, dan la vuelta a una tortilla tan insulsa y mal cocinada de la que no se salvaría ingrediente alguno.
Cogido con pinzas, los clichés con los que se pretende atemperar tal despropósito aparte de manidos, siendo esto lo menos grave del asunto, acrecientan el descalabro general que como no, desemboca en la insipidez infumable que representa esta especie de mofa al thriller con mayúsculas.
Y así, con el gozo ya en el averno, salgo de la sala haciendo de nuevo memoria, esta vez sin salivar, de aquella vez en que el cine fue bueno conmigo.
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