Mundos locos
por Carlos LosillaEs necesaria una cierta actitud respecto al cine para comprender las películas de François Ozon. En primer lugar, no hay que creerse a pies juntillas eso del “realismo”: el cine es un arte que refleja la realidad, pero que no tiene por qué reconstruirla. Luego, reconocer que quizá eso pueda desembocar en la posición opuesta, es decir, en películas flamboyants, desbordantes, excesivas, que aprovechan cualquier tipo de artificio para decir lo que tienen que decir. Y, en fin, que ese estilo no necesariamente debe ser chabacano u hortera, ni siquiera exagerado, sino que puede convertirse por sí mismo en toda una propuesta estética. Por eso el cine de Ozon se parece al de Almodóvar, a primera vista, pero también y sobre todo al de Buñuel, al de Hitchcock, al de Fassbinder, al de Brian de Palma…
En Una nueva amiga (tras otra película excelente, Joven y bonita), todo eso se lleva al extremo. Tenemos a un hombre casado con una mujer que fallece dejándolo con un bebé. Tenemos a la mejor amiga de la difunta, que quiere saber cómo se encuentra el viudo. Y tenemos la situación más inesperada y sorprendente, para muchos inverosímil (lo es, ¿y qué?): a ese tipo lo que le gusta es vestirse con las ropas de su mujer y ejercer el papel de madre, no de padre. ¿Travestismo? ¿Necrofilia? ¿Simple vodevil? ¿Homenaje a las películas americanas de los 50, con sus colores vivos y sus decorados teatrales? ¿Propuestas revolucionarias de nuevas formas de sexualidad y convivencia? Todo eso y mucho más, pues Ozon ya ha ensayado tales temas y formas en muchas de sus películas anteriores, empezando por Gotas de agua sobre piedras calientes (2000), precisamente basada en Fassbinder, y terminando en Potiche, mujeres al poder (2010), una desopilante fábula ¿feminista? con Catherine Deneuve al frente, pasando por 8 mujeres (2002), aquel musical enrarecido protagonizado por algunas de las musas más sobresalientes del cine francés del momento. En cualquier caso, en Una nueva amiga predomina una estética reluciente e irreal, pero también una dramaturgia impredecible, capaz de superar las expectativas de un público que espere algo más contenido, pese al argumento.
En fin, Una nueva amiga no contentará a todo el mundo, pero ello también debería hacernos reflexionar. A veces el cine también sirve para eso. Está bien que se rechace por su incoherencia, porque sobrepasa a veces groseramente aquello que se propone. Pero no, creo yo, porque esté planteando una forma de contar y mostrar con la que no estamos de acuerdo. ¿No será el problema, entonces, nuestro? Tampoco digo que deba ser del gusto de todos, pero sí que los argumentos deberían ser un poco más afinados. Y voy a dar el mío, por si acaso. Una nueva amiga me parece una película importante porque traspasa todo tipo de narrativa lineal, de representación convencional, y acaba dando forma un mundo, paradójicamente, más cercano al real que muchas propuestas “realistas”. En otras palabras, yo me creo más a ese tipo vestido de mujer, esas situaciones imposibles, esa mezcla de risa forzada e historia de amor loco, que todas esa películas “basadas en hechos reales” (o la mayoría de ellas, tampoco dramaticemos). Quizá porque me está hablando de un mundo de imágenes que es el que me rodea, no el que dicen que me rodea.
A favor: su desfachatez, dentro de una admirable coherencia.
En contra: todo lo que sus enemigos quieran aportar.