Los habitantes de la casa deshabitada
por Suso AiraHabrá quien afirme que esta tercera entrega (primera en términos de cronología dramática) de ese honesto y más que funcional festival de fantasmas y sustos titulado Insidious se comporta como las entidades oscuras que lo pueblan: enganchándose a una franquicia y parasitándola. Quienes eso piensen, escriban o digan se equivocan. Claro que Insidious Capítulo 3 se alimenta de la mitología de los dos largometrajes anteriores (¡es una precuela, por Dios!), pero tiene la suficiente entidad, más allá de sus muy divertidos guiños a la saga (el año cero del trío de cazafantasmas, el origen del demonio femenino, el susto final, todo lo relacionado con el personaje de la médium encarnada por Lin Shaye…) o al resto del opus de James Wan (aquí productor y actor en un cameo muy Suspiria) con ese perro que se llama Warren (Expediente Warren, naturalmente).
Relato canónico de fantasmas, el film gana enteros con ese toque tan setentero de situar el Mal en un edificio en pleno Nueva York, ciudad que jamás vemos como estamos acostumbrados en el cine, sino sólo a través de bloques de viviendas intemporales, teatros de los años 20 y hospitales de película de los años 40. Pero sube muchísimo más cuando no tiene ningún reparo en citar explícitamente a Stanley Kubrick (y no únicamente al hacer leer a su joven protagonista La naranja mecánica… cuando pronto sufrirá físicamente un maltrato muy Anthony Burgess). El resplandor, su idea central de un lugar hechizado y dominado por una entidad ominosa que esclaviza el espacio y sus presencias espectrales, está muy presente en este tercer capítulo de Insidious: la moqueta de los pasillos del edificio, los letreros art decó que nos informan de cada piso y habitación, la decoración de los escalones que llevan hacia la Sala de Sesiones de la casa de la médium…
Con lo mejor del cine de casas encantadas como modelo (que no copia o mera cita cinéfila), también La leyenda de la mansión del infierno (¿no es el ser maligno de la cinta muy semejante al Belasco de la novela de Richard Matheson y la subsiguiente adaptación de John Hough?), la más que entretenida propuesta de Leigh Wannell sabe combinar el terror clásico (el de ambiente, el atmosférico, el de sustos) con el sentido del humor (desde la desarmante y cómplice entrada del dueto de investigadores de lo paranormal con webserie a cuestas) y con una opción tan entrañable como plausible de afrontar las incursiones fantasmales, todas ellas en la línea de las de sueño-realidad en la serie de Pesadilla en Elm Street. Eso y convertir al personaje de Lin Shaye en una actionwoman de las zonas oscuras del Más Lejano.
A favor: Los dos viajes de la médium al otro lado.
En contra: La aparición angelical envuelta en flou.