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    La ignorancia de la sangre
    Críticas
    1,5
    Mala
    La ignorancia de la sangre

    Atribulado thriller sevillano

    por Quim Casas

    Si algo ha caracterizado el cine de Manuel Gómez Pereira hasta la fecha es su querencia por la comedia, practicándola además en registros bien distintos como los de Salsa rosa, El amor perjudica seriamente la salud o Reinas. El thriller estaba muy de pasada en su obra; quizá tan solo la intriga erótica de Entre las piernas, diluida a poco de iniciarse el filme, y la presencia de Danny Aiello y Joe Mantegna como dos de los tres tenores en el drama operístico Desafinado.

    Podemos decir que La ignorancia de la sangre es su primera película enteramente policiaca, o de intriga, o noir, o neo-noir. Un thriller, en definitiva, muy poco oscuro y con un trasfondo político en el que se mezclan espionaje, terrorismo islámico y mafias rusas, además de pulsiones amorosas del pasado. Muchas cuerdas para un (solo) violín, como rezaba el título de una añeja comedia de Pietro Germi. La ignorancia de la sangre se pierde en su propia espesura dramática con el inspector de policía encarnado por Juan Diego Botto tan desorientado como el espectador. Por un lado tiene que ayudar a un amigo infiltrado en una célula islámica. Por otro debe resolver el secuestro de un niño que conoce muy bien a cargo de los mafiosos rusos.

     

    Pocas cosas resultan creíbles. Ni la historia, ni los actores en personajes que les sobrepasan o que son extremadamente limitados, ni el gang ruso (bastante risible), ni las escenas de acción o esos teléfonos móviles imposibles en cuyas pantallas aparecen las siglas de CSI en letra gigante, vamos, la cosa más discreta del mundo. Tampoco Sevilla, mejor conjugada como escenario de una trama criminal en Nadie conoce a nadie, de Mateo Gil, da mucho juego: la comisaria de policía sevillana que imita escenográficamente el laboratorio criminal de CSI Las Vegas es tan poco creíble como la resolución de la historia.

    A favor: los esfuerzos de Botto y Paz Vega en personajes imposibles.

    En contra: la modernez de sus decorados y lo atribulado de su trama.

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