“Responderé con mis propias palabras”
Es muy interesante y dinámica, mucho más de lo que en principio esperas; curiosa, hipnótica y penetrante dentro de esa conmoción, ridícula y patética, por la que se mueve toda la investigación comunista y sus atroces resultados.
Un juego endemoniado, de consecuencias horribles, para una inventada caza al traidor que trabaja, en cubierto, para entretener a la misma sociedad que le repudia.
Tan descorazonadora, triste y absurda como esa atenta mira que, incrédula, no pierde ojo -ni detalle el oído- en esa exposición sugestiva y estimulante de un genio rebelde, que nunca se calló sus firmes ideas, y cuyas inteligentes palabras iban a la par de sus cautivadores, llamativos y sabrosos guiones, que daban para todo tipo de clientela y de seudónimo escrito.
Necesaria e importante película para que se de a conocer, tan valioso guionista, a todo aquel desconocedor que ha disfrutado de sus películas y no tenía ni idea de lo arduo y enrevesado que fue confeccionar el libreto de las mismas pues..., imposible frenar el talento, por mucho que se ponga en una lista negra.
Inspiración sin fin para quien nunca cometió más crimen que pensar por si mismo, hablar en su nombre y demostrar una gran ocurrencia para sobrevivir a todo lo que se le venía encima ya que, con personalidad tan marcada y tozuda como la suya ¡cómo no ser original para seguir siendo existiendo!
Una gran tragedia revestida de toques de humor ácido que adornan lo que, ya de por si es tentador y agradecido, una aguda vis cómica para abrazar ese escabroso drama que sufrió injustamente todo un galán seductor, de labia incesante, que te atrapa en sus inicios para llevarte, con gusto, por esa locura de noria castigadora que lanza culpables como panes, en aras de un patriotismo que, en celuloide, era representado por el mismo detenido y acusado.
Excelente Bryan Cranston a la hora de engatusar, alentar y retener la escucha y reflexión del oyente quien, estupefacto y asombrado, es informado de las nocivas represiones que tuvo que aguantar el famoso protagonista y toda la falsedad rabiosa que le envolvían, en una profesión que tiene tan espectaculares claros como deleznables nubarrones, de causa sombría.
Confortable fotografía, de retrato sentimental, para un guión firme, mordaz, bullicioso y emocionante que vierte la identidad de un creador de historias con respeto, audacia y textura para impresionar y arropar a su devota audiencia la cual, enamorada y abstraída, recorre concentrada todos sus pasos.
Una entregada lucha contra el sistema democrático marcada por las potentes interpretaciones de todos sus participantes, un serio argumento que deja espacio para la diversión, haciendo que la amargura y su pena se suavicen y enmascaren.
Jay Roach y John McNamara buscan simpatizar y caer con gracia, dejando de lado la seriedad oficial y sus formas encorsetadas para otros filmes ya realizados sobre el susodicho; su recordatorio es ágil y llevadero, comediante y asequible para ser consumido por todo tipo de público, puede que corto e insustancial para expertos conocedores del referido pero, elige darle a conocer en una versión más animada y cordial que, con todo, deja claro esa necio episodio de la caza de brujas que hubo durante la época de Mccarthy.
“Hablas como un comunista, vives como un rico”, puede pero “todos tenemos derecho a equivocarnos” aunque ¡qué dura puede ser la condena de los ignorantes!
Trumbo, sin reproches ni acusaciones, supera la prueba de un espectador contento de esa mirada menos ceremonial y opaca y sí más cercana, entusiasta y amena.
Y el oscar al mejor guión es para..., ¡Robert Rich! ...¿Quién es Robert Rich? ¿No será quien pensamos?
Devuelta dignidad a un incasable trabajador y hombre combativo.
Lo mejor; la genialidad de Bryan Cranston para resaltar y valorar a su personaje.
Lo peor; opta por una simpleza visual y comodidad consumista que endulza en exceso la malignidad de época tan dura.
Nota 6,3