“¿Qué noticias hay del este?, de violencia y sufrimiento. ¿Y del oeste?, de sueños y de fatigas”, y acaba convirtiéndose en pesadilla de tormento cuyo destino es imposible evitar, por mucho que te escondas, por lejos que vayas te encuentra, atrapa y sentencia, juez involuntario que precipita las cosas colocando a cada uno en su lugar, merecido, injusto o sin determinar, todos señalados, todos en el saco.
“Hay mucho más en la vida que la supervivencia”, lección aprendida de un ángel caído, de espíritu verdadero y corazón cálido, a un demonio al alza que perdió su esencia y endureció todo lo que pudo su interior, que se encuentran, para utilidad mutua, en una ruta peligrosa de constante acecho para las cazadoras hienas que no descansan en su voracidad de sangre y ansiedad por carne humana, poco diálogo, violencia latente, humor esquivo, conjunto irregular, según momentos, que junto a su hermosa fotografía viviente conforman un cuadro arriesgado, salvaje y muy negro para una compañía áspera, de seca comunicación que habla sin expresar y transmite escondiendo sus más rudas, ácidas y poderosas emociones.
No es fácil de querer ni sencilla de digerir y estimar, como el mejor Eastwood o los especialistas Coen, necesita abierta aptitud de tu parte, detalle de considerar sus bellos logros en esta mezcla feroz e inquietante, reposada y soñadora, de sentimientos correctos dirigidos hacia la persona inapropiada, carambola de un azar caprichoso que une de extraña forma, y remata de otra aún más confusa y curiosa.
Latente oscuridad para claros amaneceres a quienes siguen espléndidas puestas universales, su aprecio es para público escogido, no para todos vale, su degustación será exquisita para unos, un muermo para otros, divergencia de opinión difícil de cuadrar pues es lo que tiene este específico género de sello tan marcado, encanta a quien ya gustaba pues conoce de antemano la característica de sus pasos, cansa a quien la elige a ver qué halla y no sabe acompasar su respiración, ni disfrutar de su deleitoso ritmo.
Peculiar western para un novato de la dirección, John Maclean, experto músico, que aparca dicha labor para adentrarse de lleno y con estupenda nota en el mundo del cine, lenta, desabrida, se suda su desierto, fatiga su camino, se afianza la amistad masculina en su búsqueda de meta común por razones equivocadas, un atributo a chico bueno que salva al descarriado de su errónea elección para acomodarle en la recompensa de quien tribuna con buena fe y se esfuerza en ello, personalidad no siempre sentida con el mismo entusiasmo pues puedes ir de un entretenimiento acorde, a un sopor que no se alarga gracias a su corta duración.
Sobrio rodaje para personajes que dejan en el aire gran parte de su consistencia, tenue en el contenido se esmera más en el encuadre escénico que en el interior del relato, presentación suprema para un corto relato, justo en su alcance, que sirve como anécdota anticipada de lo que se puede esperar de este nuevo candidato a escribir y manejar la cámara.
“Llevar un vestido no te convierte en dama”, y una película, de gran logro técnico e ilustre presencia, te reseña como posible excelente guionista y perfeccionista de la dirección aún por llegar pues, aquí ofrece únicamente una menudencia de lo que, más adelante, se espera realizará ya que, sinceridad por delante, tampoco hay porque negar que la presente obra es breve, floja y con necesidad de misma fuerza y carácter en las formas y portada, que en el interior de lo que se cuenta, donde claramente cojea.
Solidez, no sólo en su presentación y panorama, tambien en la intimidad de lo narrado.
Slow west, oeste lento, puede que en exceso pues necesita dotar a sus intérpretes de mayor carisma y carácter, interés e intensidad por saber de ellos, y lo que tienen que contar, si quiere ralentizar tanto el espacio y que no surja, en mayor o menor volumen, la desgana.
Tiempo a las ideas que llegará, pues por buen camino va.