Sobre el bien y el mal
por Israel ParedesLa cena, adaptación de la famosa novela de Herman Koch, supone el cuarto largometraje de Oren Moverman, autor de una más que notable ópera prima, The Messengers, la interesante, y por momentos muy buena, Rampart, y, finalmente, de una medianía como Invisibles, un de docudrama a mayor gloria de su actor protagonista, Richard Gere, también presente, y de manera excelente, en La cena, que suponía un claro retroceso de una carrera incipiente llena de interés y que, con su nueva película, retoma el vuelo gracias a una propuesta extraña y densa, intensa en su dramaturgia y reflexiones, sólida en su planteamiento narrativo –en gran media heredado de Koch- y, finalmente, cruda en su final.
Paul (Steve Coogan) y Claire Lohman (Laura Linney) y Stan (Richard Gere) y Katelyn Lohman (Rebecca Hall) se reúnen para cenar. Los dos hombres son hermanos, pero muy diferentes. El primero fue profesor de historia y sufre problemas mentales; el segundo es senador y se encuentra en plena campaña electoral para ser nombrado gobernador. Las relaciones, debido tanto al presente como al pasado, no son buenas entre ellos, pero debido a un suceso que atañe a sus hijos y que, poco a poco, el espectador irá conociendo, obliga a que se sienten juntos en una velada que, estructurada en base capitular alrededor de cada plato que sirven, parece nunca acabará. Mientras las dos parejas buscan la manera de poner sobre la mesa la problemática, La cena se mueve entre el presente y el pasado –tanto en lo que atañe a las dos parejas y a la relación entre los hermanos como al suceso que protagonizaron sus hijos- conformando una narración tan sólida y recapacitada en su construcción como pretendidamente errática. Moverman, a partir de esa estructura, plantea una dramaturgia de gran intensidad, puede que incluso excesiva, sin tiempos muertos, creando una atmósfera abigarrada y densa que no permite puntos de fuga, tanto a nivel argumental como visual.
Si bien La cena conduce la historia hacia una confrontación de intereses en tanto a lo que se desea ocultar o no para preservar un estado social, lo relevante acaba siendo el proceso hasta llegar ahí y entregar un discurso sobre el bien y el mal en tanto a cómo decisiones personales posicionan a unos y otros en un nivel moral y ético. Planteado todo como una batalla vital, con Gettysburg como obsesión para Paul como ejemplo, y que entrega unas secuencias magníficas que se encuentran entre lo mejor de La cena, Moverman incide en la idea de la herencia, tanto cultural como histórica y personal, como gen que se va pasando de unas generaciones a otras haciendo pervivir unos males que parecen tan intrínsecos al ser humano como evitables si se toma las decisiones correctas, como demuestra Stam, a priori el personaje de quien nos hacemos una idea errónea en un primer momento y, después, descubrimos que es el único dispuesto a hacer las cosas de manera correcta, sea cual sea el precio a pagar por ello.
Moverman apuesta por un tono y una atmósfera sombríos, poco condescendiente, que roza por momentos un acercamiento que trasmite una sensación incómoda, casi desagradable, a la hora de perfilar a unos personajes contradictorios y cambiantes, cada uno por un motivo, que quieren defender lo suyo y a los suyos sin importar, a la larga, lo importante: que una persona fue asesinada. A partir de ahí, La cena, como la novela de Koch, entrega desde un caso particular y concreto una mirada muy precisa hacia un tiempo y sus consideraciones éticas y morales, y lo hace mediante un trabajo cinematográfico en el que la puesta en escena, muy cuidada en términos generales, crea un territorio denso y asfixiante para que sea el perfecto contexto escénico para una suerte de fábula moral que, en sus imágenes finales, deja al espectador con muchas dudas y pocas certezas. Esto es, un lugar intermedio perfecto para sacar conclusiones.
Lo mejor: Los actores, especialmente Richard Gere y Steve Coogan, y el trabajo visual de Moverman.
Lo peor: Que toca demasiados temas y alguno queda tan solo expuesto de manera simple, así como una densidad narrativa que quizá agote al espectador.