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    Cantinflas
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    2,5
    Regular
    Cantinflas

    La forja de un icono popular

    por Paula Arantzazu Ruiz

    Casi dos años ha tardado en llegar a nuestras pantallas el biopic de uno de los actores más populares, paradójicamente, en nuestras salas y televisiones durante el siglo pasado: Cantinflas, interpretado por Mario Moreno, es uno de los personajes que ha ocupado la memoria cinéfila de varias generaciones gracias a su verborrea irreverente y enternecedora, igual de transgresora como querida por el gran público, que veía en sus andares el calco de los gestos de las clases populares. Pero Mario Moreno es mucho más que Cantinflas y así nos lo intenta descubrir Sebastián del Amo en el biopic que dirige, con menos éxito, sin embargo, del pretendido.

    Cantinflas sigue dos líneas narrativas, la del presente y la del pasado, la de Mike Todd (Michael Imperioli), productor que intenta sacar adelante el descabellado proyecto de La vuelta al mundo en 80 días (Michael Anderson, 1956) y la de Mario Moreno (Oscar Jaenada), un joven sin oficio ni beneficio que llegará a ser la gran estrella mexicana del cine mundial cuando se estrene esa película, que Del Amo sitúa como cénit profesional del actor. Tiene lógica si se comprende el impacto internacional del filme, adaptación de la novela de Julio Verne, aunque no deja de ser un tanto irónico que el análisis del triunfo de un actor, y más en el caso de Moreno, siga siendo el baremo hollywoodiense: Moreno logró ganar el Globo de oro por delante de Marlon Brando gracias a un papel en el que interpretaba a un mayordomo francés, no un mexicano (y si por algo se definía el actor fue por la construcción identitaria de una comicidad mexicana) y a pesar de que en la cinta el intérprete ya es harto conocido (y millonario) cuando acepta ese papel, Hollywood se presenta como el umbral hacia la gloria. Más bien como la única gloria.

    Más allá de esta cuestión sobre cómo se encara el relato de la forja de un icono popular, Cantinflas no sobresaldría dentro del género si no fuera por la magnífica interpretación de Óscar Jaenada, de nuevo sobresaliente en otro reto actoral basado en un personaje real (suyo es el perfil de Camarón de la Isla). Su trabajo consigue atrapar esos gestos propios del mexicano hasta hacerlos suyos y mimetizarse por completo en la figura del mexicano. Es una lástima, en este sentido, que una interpretación de tanto calado sea el único sostén de un filme muy irregular en cualquiera de sus otros ámbitos.

    A favor: Jaenada, la gran y única virtud del biopic.

    En contra: No entendemos muy bien qué le ha pasado a Michael Imperioli

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