Tecnologías de la empatía
por Daniel de PartearroyoAunque cada vez sea más difícil verlo en las polarizadas carteleras de nuestro país, el cine de género fantástico, ciencia-ficción y terror sigue subsistiendo en el mercado internacional gracias a producciones medianas que se mantienen a flote sin hundirse en las simas del bajo presupuesto ni aspirando a fletar portaaviones multimillonarios con esquema de blockbuster. Pese a sufrir un creciente peligro de extinción también en términos de producción cinematográfica, la clase media en la que se enmarcan películas como The Machine mantiene vivas las llamas del género sin fisuras, dirigido a un nicho de público muchas veces ya convencido. Caradog W. James (Little White Lies, 2006) ha escrito y dirigido un relato sobre los peligros de la inteligencia artificial modélico y sensato al que quizás la mayor pega que se le pueda sacar es su renuncia a abrir nuevos caminos al universo temático en el que se encuadra.
La ciencia-ficción británica tiene una rica tradición en la elaboración de miradas pesimistas hacia el futuro partiendo de los desarreglos que dan forma a nuestro presente —excelentes incorporaciones al canon de reciente aparición: las series Black Mirror y Utopia—. The Machine decide situarse dentro de un puñado de años, con Occidente enfrascado en guerra fría con China y volcando todos los recursos en una carrera armamentística que depende del desarrollo de máquinas inteligentes para marcar la diferencia. En ese contexto trabaja James (Sam Hazeldine), un investigador a sueldo del ministerio de Defensa que conoce a Ava (Caity Lotz) cuando ella se revela como la mejor candidata de una convocatoria científica. Un hecho trágico hará que sus avances en la creación de un cyborg autoconsciente tengan que acelerarse para aplicarse inmediatamente, lo que desembocará en una situación de caos cuya anticipación el filme no hace ningún esfuerzo por ocultar.
El mayor valor de The Machine es amoldarse cómodamente a un esquema consabido y hacer un uso inteligente de sus limitados valores de producción —la base militar es el escenario más reutilizado, pero se saca buen partido a distintas dependencias para no aburrir— mientras la protagonista carga con todo el peso dramático. El resto es conocido, desde la rebelión de las máquinas hasta la maniquea figura del antagonista impenitente, pero la exposición narrativa transparente y la afinidad temática del público potencial logran que, durante unos bien medidos 90 minutos, nos creamos que un artefacto cableado y pulimentado como éste pueda ser capaz de hablar sobre emociones.
A favor: La protagonista Caity Lotz; no se la pierdan tampoco como Canario Negro en Arrow.
En contra: Quizás habría funcionado mejor como episodio autoconclusivo de una serie de televisión.