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    Demolición
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    ..PICARD..
    ..PICARD..

    46.395 usuarios 1.123 críticas Sigue sus publicaciones

    2,0
    Publicada el 8 de junio de 2020
    Dramón psíquico reflexivo que Jake Gyllenhaal resuelve con prodigiosa interpretación y que se ve
    con atención. Cuando su mujer muere en accidente de tráfico, Gyllenhal camufla sus sentimientos
    bajo una gruesa capa de dureza aunque él no lo advierta, lógicamente. .PONDERADA. .2 sobre 5. ..PICARD..
    Atilio Nalerio
    Atilio Nalerio

    14 usuarios 19 críticas Sigue sus publicaciones

    2,0
    Publicada el 11 de noviembre de 2016
    Construyendo el duelo. Es un festín apreciar el notable talento interpretativo de Jake Gyllenhaal. Y es que el hombre no escatima en recursos dramáticos para presentar a un viudo que no encuentra su centro y equilibrio en el camino necesario para comenzar el duelo por la pérdida de su mujer. El dolor no expresado, la pena oculta y la aparente insensibilidad demostrada frente a sí mismo y al entorno lo hacen demoler hasta los cimientos cuanto objeto y bien material lo rodea, en una tarea que pretende rehacer desde cero la sanación del sufrimiento. De ahí que lo anunciado en el propio título es lo opuesto a su significado: demoler sí, pero construyendo a la vez el alivio del padecimiento. El monumental trabajo de este actorazo es lo mejor de esta película, y lo peor es... todo lo demás. Es muy obvio el significado de la demolición y la pretensión de trascendencia con un mensaje esperanzador en las bondades del duelo que tanto cuesta comenzar. Naomi Watts aporta su habitual belleza y hay un gurí (Judah Lewis) que también tiene una actuación brillante, sin embargo a mí me dejó frío como un témpano y no logré empatía con la historia. A pesar de todo, en mi modesta opinión, vale la pena verla para disfrutar del maravilloso Gyllenhaal.
    Beatriz López Velasco
    Beatriz López Velasco

    96.874 usuarios 455 críticas Sigue sus publicaciones

    3,5
    Publicada el 20 de noviembre de 2016
    [...] La manera en que cada uno afronta el dolor por la pérdida de un ser querido puede ser muy diferente de unas personas a otras, suele considerarse normal llorar, gritar o quedarse sumido en una inmensa tristeza. Pero hay personas que afrontan ese dolor de formas menos convencionales, podíamos decir incluso que raras, como le sucede al protagonista de esta película. Tan rara y anómala es su forma de actuar que la historia resulta confusa en algunos momentos, afortunadamente, el peso de la trama recae en un actor del talento de Jake Gyllenhaal para que todo cobre sentido.
    Davis empieza a expresar lo que siente y lo que no siente, en una serie de cartas que escribe al departamento de atención al cliente de la empresa responsable de las máquinas expendedoras del hospital. Algo que empieza como una queja por el mal funcionamiento de una de las máquinas el día que muere su mujer, le sirve como terapia para descubrir lo que realmente siente por su esposa. Lo cierto, es que para tratarse de una historia sobre la perdida y el dolor, la película no es excesivamente triste, es más, se permite más de un momento divertido que mantiene al espectador alejado del protagonista de una manera deliberada. Una jugada arriesgada (y brillante) que nos vuelve a conectar con él cuando, por fin, consigue expresar sus emociones.
    Una interesante puesta en escena sobre el duelo y cómo afrontar el dolor, magníficamente interpretado por Jake Gyllenhaal que crea un personaje lleno de matices.
    Lourdes L.
    Lourdes L.

    129.903 usuarios 920 críticas Sigue sus publicaciones

    3,5
    Publicada el 3 de julio de 2016
    Vacaciones de la sensatez y la compostura.

    Hay actores que son un seguro interpretativo, una maravilla en el quehacer continuo de su labor, y Jake Gyllenhaal es uno de ellos, garantía absoluta de esfuerzo, empeño y resultado fructífero en una esmerada entrega, donde siempre da el cien por cien; se diluye con el personaje de forma tan completa, intimista y palpable que es un fantástico placer ver, sentir y experimentar todo lo que muestra, con esa gran habilidad y talento que expone en todos sus trabajos.
    En esta ocasión, un reciente viudo que no sabe cómo lidiar con la inesperada situación planteada, desde ese bloqueo inicial, catatónico caminar sin expresar nada, excepto un narcótico cumplimiento de la rutina que le mantiene gélido y estático, pasando por esa segunda fase de percepción extraña, donde adquieren importancia subterfugios y pequeñas realidades sensitivas a las que antes no hacía caso; estado curioso y disparatado que le lleva al siguiente paso, ese deseo irrefrenable de destrucción y desencaje de todo lo habido y por haber, para armar y recomponer desde esa devastación elegida; todo con una lograda manifestación honesta encumbrada desde tan fatídico momento, que le llevan a conocer a dos personas afines a su nuevo porte de sinceridad brutal y elección de hechos y palabras libre, sin resquemor ni valoración de daños, para conformar un triángulo extraño, desequilibrado y reaccionario que encaja a la perfección con las necesidades de cada uno.
    Sonrisa de acelerado desmadre, humor esporádico, de desolado atropello, que halla la excentricidad y el aliento de su ira y cabreo en la violencia mobiliaria, esperpento de desarrollo y desahogo que gusta, encanta y embauca en su triste alma de socorro maltrecho; una demanda de auxilio no solicito, pero atención urgente, que encuentra una manera extravagante de procurarse remedio y salida.
    El guión es una absorbente delicia de andadura lenta, torpe, estrafalaria y precipitada que exhibe, con sentimiento acreditado de atroz locura, la desproporción a la que se enfrenta un ser perdido, hasta que logra enderezar rumbo y respirar con calma; confusión de existencia, desbarajuste de ideas, asfixia de presente, escaparate de nulo brillo que busca abrir puertas y derrumbar paredes, para que la luz entre y vuelva la dignidad de mirarse y quererse de nuevo.
    “Yo no amo a mi esposa”, pero su imagen le persigue y acosa en cualquier momento, es Gyllenhaal quien hace adorar su historia, quien logra disfrutes con sus excesos, te emociones con su desmoronamiento, participes de su caos, rías con su paranoia; te inunda sin ser consciente, pues deja espacio para la divagación y la contemplación relajada, su observación es de implicación e interés manifiesto pero con esa distancia que permite ver, escuchar y abrazar conservando la sobriedad y entereza.
    Genialidad musical para un “rey pescador” que busca su anclaje, divierte, alumbra, conquista y sugestiona sin el recurso de la melancolía, de la lágrima o del soporífero drama; una tragedia honda, cruel y catastrófica llevada con peculiar carácter de originalidad, versatilidad y gracia ruinosa, para construir un pictográfico teatro, de danza comediante, que crea su propio arco iris en un día nublado de temporada nefasta.
    El encanto del absurdo, de lo exuberante, de lo irracional en un artificioso relato que exagera en sus máximos y no alimenta bien sus evidentes huecos, explosiones altruistas colocadas diestramente para bombardear y que enamore la fantasía representada; y lo logra con efecto hechicero, pues la relación de Naomi Watts y Jake no necesita de química, la tiene con su adolescente segundo soporte, sólo se requiere la ilustrada y sensible representación del protagonista, para que te envuelva en su lucha interior por sobrevivir y reconstruirse.
    Vivacidad y frescura para afrontar el dolor y la pena, insolente acierto, de aplaudida osadía, dada el deleite del rato pasado; interesante versión dramática que huye de clásicos y presenta un innovador panorama, donde “joder” todo lo que está al alcance es un uso apropiado de la palabra.
    Tanto si es de tu devoción, como si no, vale la pena verla; aunque su cándido final enturbie la tan anómala y querida desfachatez de albergada etiqueta.

    Lo mejor; Jake Gyllenhaal
    Lo peor; su alternativa narrativa puede provocar desconexión.
    Nota 6,7
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