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    Desierto
    Críticas
    4,0
    Muy buena
    Desierto

    Caza humana

    por Marcos Gandía

    En estos tiempos, malos no solamente para la lírica, en los que el presidente electo de esa superpotencia conocida como Estados Unidos gana unas elecciones basándose en la xenofobia y en la idea de alzar muros, la visión descarnada y desesperanzada que de las fronteras (no sólo las geográficas) ofrece Desierto. A mitad de camino, y no precisamente de nadie, de la abstracta y pesadillesca Gerry de Gus van Sant y de algunos de los mejores ejemplos de ese subgénero tan setentero que fuera el survival, la odisea de estos emigrantes abandonados a su suerte en su intento de entrar, ilegalmente, en la presuntamente tierra prometida yanqui se termina convirtiendo en una parábola política. Política porque no dejamos de asistir a la depredación y persecución del débil, del pobre, a cargo de los poderosos o de los sicarios de los poderosos. No sé si el hijo de Alfonso Cuarón llegaría a ver la extraordinaria El perro de Antonio Isasi (que no sucedía en un desierto, pero para el caso sus marismas eran igual de alienantes e inhóspitas) pero algunas de sus imágenes recuerdan de manera muy poderosa al film basado en la novela de Alberto Vázquez-Figueroa (autor que, casualidad, hizo de los territorios desérticos uno de sus paisajes literarios, alegóricos y políticos una constante).

    Una caza humana en toda regla, despojada casi de cualquier tipo de narración convencional basada en diálogos (estamos ante una película visual e iluminada como eran Gravity y El renacido) y que hace del paisaje el principal actor. Rica en lecturas que van de la antes mencionada sobre lucha de clases a la de la Naturaleza como ente vivo que actúa para exterminar a ese cáncer conocido como hombre, Desierto quema con un sol infernal a la inhumanidad del peor de los animales racionales. No le hace falta demasiado para mantener una tensión constante, martilleante y asfixiante, ni para llegar a sus secos estallidos de violencia con un fatalismo desnudo de emotividad barata. Como film de género (o de géneros), el film de Jonás Cuarón es implacable y sin concesiones, ni tan sólo a los amantes del cine de género: tan asceta como el buen cine martirológico (algo que es la marca de fábrica de estos cineastas mexicanos entre su desierto particular y Hollywood) y tan incómodo como un documental mondo.

    A favor: su violencia de incómoda abstracción.

    En contra: a veces se gusta demasiado.

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