Creo firmemente en la convicción de que Russell Crowe es uno de los mejores actores de nuestro tiempo, y a pesar de las críticas no muy merecidas de este metraje, lo demuestra una vez más. Hace unos cuantos años ya, demostró al mundo y a la crítica mundial (como ya había hecho Jack Nicholson en 'One flew over the Cuckoo's nest' y el propio Crowe en 'A beautiful mind') que se pueden llevar a la gran pantalla, personajes tan grandiosos como sus patologías mentales.
De nuevo, lo vuelve a hacer, considerando -como mera espectadora- que los brotes psicóticos en forma de crisis convulsivas que sufre, están increíblemente logrados. Puede que la objetividad no sea la mayor de mis virtudes, pero pocas veces me ha costado defender su buen hacer, aunque esta vez no sea una de sus mejores obras.
Podría desmenuzar esta película toma a toma, escena a escena, podría, pero es algo que no haré. Explicaré el por qué. En todo su largo y ancho, se suceden una serie de escenas que crean ganas de saber más, pero también desconcierto. Siempre he sido una gran admiradora de dos cosas en el séptimo arte: las voces en off, y los flashbacks.
Pues bien, llega un punto en el que los flashbacks parece que dejan de tener sentido, que se pierde el hilo del argumento, se desdibuja el motivo, lo que se pretende contar. Entiendo que 'Fathers and Daughters' habla de las relaciones paternales que se crean, de cómo amar y dejar ser amado. Incluso del miedo a ser abandonado por aquellos que te quieren, pero sinceramente, no me convence. Entiendo que Katie, interpretada por Amanda Seyfried, supla su falta de amor y confianza acostándose con chicos para todos los gustos, por aquello de ser una 'niña perdida'.
Sin embargo, me llega a parecer incoherente que otras facetas de su vida estén completamente intactas, como el hecho de que es capaz de ayudar a una niña a amar y confiar, cuando ni siquiera ella misma es capaz. Por otro lado, me resulta chocante que ella, que tanto ha sufrido por la pérdida de sus padres, sea una Psicóloga en ciernes, que ama su trabajo y que además, se le da francamente bien. Llega a resultar contradictorio con su forma de vida.
En cuanto a la actriz que la interpreta (Amanda Seyfried), considero que está sobreactuada la mayor parte del tiempo, que no encaja en el rol de chica promiscua y perdida, incapaz de amar. Me ha llamado la atención también, la forma de conocer el amor, de la intensidad de una relación que acaba de comenzar, del rápido pasar de las escenas y los sentimientos entre la pareja formada por Aaron Paul y Amanda Seyfried. Y no precisamente por estar bien contado, sino por la rapidez inadecuada de su historia de amor
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Siempre he creído que Diane Kruger, además de ser un bellezón, no es mala actriz. Llevo años deseando verla en un papel de 'mala' y, sin ser perfecta, tampoco resulta descafeinada. Quvenzhané -nombre impronunciable, de paso sea dicho- está correcta en su rol, siempre quedando en un segundo plano.
No puedo dejar de nombrar la aparición estelar de Jane Fonda, que aunque breve, nunca da lugar a la crítica.
Para dejar un poco de lado lo que considero no incorrecto, pero sí potencialmente discutible en este largometraje, tengo que ensalzar ciertos aspectos. A pesar de todo, o a su favor, la industria del cine no tiene por qué seguir las reglas de lo coherente y previamente establecido, por eso declaro que esta es única y exclusivamente una opinión personal. Creo también, que cumple su función: entretener y emocionar al espectador, que hasta yo, norteña de corazón pétreo, he podido vislumbrar en la mezcla de iones y agua que corría por mis mejillas en ciertos momentos.
El final feliz es indiscutiblemente merecido. Resulta agradable ver que después de todo lo sufrido, Katie consigue recordar a través de la última obra de su padre y del amor ajeno -y propio-, que el mundo puede ser un lugar feliz en el que vivir, donde sentir y sufrir está bien, donde por encima de todo, estos sentimientos nos hacen más fuertes en lugar de matarnos.