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    De padres a hijas
    Críticas
    3,0
    Entretenida
    De padres a hijas

    (Sin)Vivir con papá

    por Suso Aira

    A Gabriele Muccino hay siempre que marcarle en corto cuando se mete en los resbaladizos terrenos de un género, por otra parte reivindicable y excelso, como el melodrama. No sé si por sus orígenes mediterráneos o por su propia naturaleza, el director (en Hollywood) de En busca de la felicidad y Siete almas tiende a dejarse llevar por los mecanismos más facilones de la emotividad, esos que persiguen abrir los conductos lacrimales de los espectadores a toda costa, con cualquier truco o maniobra por rastreras que estas sean. El ejemplo palmar es el segundo film mencionado, una loa mesiánica (la larga sombra ciencióloga del protagonista, Will Smith) que hacía demasiado evidente (y sonrojante) su lectura religiosa y martirológica. Eso se intuía algo en el film previo con Smith, esa En busca de la felicidad que todavía sabía frenarse y lograr emocionar con pequeños detalles más propios del neorrealismo emocional italiano de Vittorio de Sica que de, por citar a otro paisano que hizo carrera en el melodrama lacrimógeno en Hollywood, Franco Zeffirelli.

    Con De padres a hijas, Muccino parece querer volver a recuperar esa contención, ese pulso y ese toque tan europeo. Lo logra, no siempre (el personaje de Diane Kruger roza el estereotipo, y algunas escenas están meramente planificadas como si te metieran el dedo en el ojo), pero sí la mayoría de ellas. Y eso que el argumento no se lo pone nada fácil: la complicada y traumática (traumas que nacen, crecen, se reproducen, se heredan y acaso se mueren) relación de un padre con su hija a lo largo de un cuarto de siglo. Narrada a base de flashbacks que sirven más que para dar luz sobre los problemas, para que sean el espejo de los propios que la hija tiene, Muccino construye un film que bebe del Elia Kazan de los años 40, del Elia Kazan psicoanalítico de los años 60 y del cine de Mauro Bolognini, de sus dramas familiares.

    A favor: su contención en los momentos más dramáticos.

    En contra: la tendencia a la sobreactuación de algunos miembros del reparto.

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