Parece un caso Bourne de segunda mano, de broma y cachondeo, pequeños emulando lo que hacen los mayores, aficionados jugando a imitar a los verdaderos profesionales, disparos, carreras y más disparos y el joven Jason -Jesse Eisenberg- esquivando las balas y matándolos a todos, más un caprichoso crío -Topher Grace- al mando de la operación, de rabieta porque no se sale con la suya, y la cándida Kristen Stewart, de dura y feroz intentando proteger a su amado polluelo.
Ridículas y absurdas conversaciones de un cerebro atorado, que no recuerda quién fue y que confunde quién está siendo en este momento, a su supervisora en cubierto, mezcla irreverente e irrisoria para un cuadro peculiar del bobo de la tienda, que fuma y dibuja cómics y, entre medias, mata a gente con una simple cuchara y sus manos.
Bondad sincera, ingenuidad latente y considerada comprensión de un efectivo terminator que abandona, forzado, su somnolencia y activa su mecánico entrenamiento de supervivencia, para poder pedirle a su novia matrimonio como es debido, a ser posible; inocentes cabezas huecas, en cuerpos adiestrados, para no pensar y obedecer que desfilan cual reparto de cupones para ser el siguiente en la lista a fallecer.
Intenta tener su propia personalidad -aunque es copia disparatada de muchos originales-, su punto de fanfarria, de bufonada cómica con gracia incorporada por su estrambótico estilo de presentación -otra cosa es que lo consiga-, borricada de teatro de un cachorro que adquiere confianza y empieza a caminar solo, para convertirse en el nuevo James Bond de la C.I.A. después de intensos numeritos de explosiones y golpes, un despropósito de humor y coña que presenta una versión divertida y amena del prototipo tantas veces visto en cinta, ex-agente, recluta voluntario que no sabe dónde se mete, acosado y perseguido, que sobrevive para ser invitado -suavemente forzado- a volver a filas.
Una tarde de aburrimiento, de ligera inspiración, a Nima Nourizadeh le dio un ¡telele!, y una idea surgió en su mente, una parodia de homenaje y guasa a ese héroe de acción, el McGiver de los utensilios de cocina como armas mortíferas, que entretiene, cumple medianamente y hace pasar un buen rato, hora y media de distensión, de “poc trellat”, de desfachatez con buen sabor de boca que logra contentar, parcialmente, con su incesante escaparate de tonterías continuas, un sin sentido cuya intención es recrear, con estilo alternativo, lo ya conocido para llegar a buen puerto y desembarcar después de una tarde de risas, juerga y compañía grata.
No llega a película de culto, se excede en los muertos y la sangre, gamberrismo juvenil de caras familiares que se mueve con soltura dentro del refrito que oferta, mueve cartas, ninguna de cosecha propia, para mano que pretende distraer y ambientar, jamás ganar; no vende faroles ni se saca ningún as de la manga, sólo es jarana para ocupar el tiempo y relajar la mente.
¿Cutre?, si, ¿divertida?, por espacios alternos; no la analices, no la tomes en serio y acepta la invitación de estos “superfumados” a su loca fiesta de espías del gobierno norteamericano; no da para mucho, suficiente para la duración que otorga.
Memez que te puede valer si te dejas llevar por la estupidez de su ánimo; ahora, si tu espíritu no está en sintonía, mejor olvídala y ¡a otra cosa!