El buen americano
por Israel ParedesEl doctor Bennet Omalu, interpretado por Will Smith, es un neuropatólogo forense nigeriano con una doble obsesión: ser norteamericano (pertenecer al país, no sólo a nivel legal) y su trabajo. Del mismo modo que Will Smith quien, como otros actores negros antes que él, pensamos en Denzel Washington, está obsesionado con interpretar esos papeles bigger than life que, anteriormente, estuvieron tan sólo destinados a los actores blancos. En el caso de La verdad duele (tremenda traducción del original Consussion), además, con la fortuna de estar interpretando a un personaje real que puso por delante a la ciencia y su moral y/o ética profesional frente a la NFL. Es decir, una historia de David contra Goliat a la que tantas veces hemos asistido con mejores o peores resultados.
La verdad duele está confeccionada de una manera muy precisa que no deja lugar para la sorpresa ni para reflexión ni para nada que no sea aquello que quiere hacer llegar al espectador. Dejando de lado su naturaleza de vehículo de lucimiento para su estrella protagonista, que tiene que poner acento y a quien se le ofrece no pocos momentos de intensidad para demostrar lo buen actor que puede llegar a ser, y, además, demostrarlo, la película se inscribe dentro de ese cine discursivo en el que el individuo se impone sobre las instituciones –de poder, en este caso la NFL- y lucha contra todo y todos para dar luz a la verdad. La construcción del guión es muy precisa al respecto, siguiendo unos patrones muy específicos que conducen cómodamente al espectador sin apenas atisbo de conflicto con unos personajes que están, en general, todos ceñidos a unos esquemas que resultan, al final, francamente aburridos. Ninguno tiene quiebras, ni ambigüedad, cada cual en su sitio para no crear desconcierto. Así, el mensaje, la idea, o el discurso, como se quiera llamar, llegan perfectamente al espectador, quien se puede indignar cuando se debe indignar, y emocionar cuando se debe emocionar. En fin, todo bien hilvanado con una precisión absoluta.
Lo anterior hace de La verdad duele una película anodina, pero con cierto interés en tanto a que al final se convierte en un relato sobre "el buen americano", o, mejor dicho, qué es ser un buen americano. La película de Landesman incide en el tema constantemente, sobre todo en las líneas de diálogo, con un doctor, como decíamos, obsesionado por integrarse en su sociedad de acogida en permanente lucha para seguir en Estados Unidos. Los diálogos están llenos de frases al respecto, tanto que acaba siendo tan evidente el discurso que cansa, por reiterativo. Queda claro que Omalu, aunque nigeriano, acaba siendo más norteamericano que muchas nacidos en Estados Unidos, que no se trata tanto de nacionalidad como de una postura ante la vida, de qué se hace por los demás, de cuáles son las motivaciones por las que se lucha. Como si Norteamérica no fuera sólo una nación, sino un sentimiento, una forma de ser y de estar en el mundo. Ideas que La verdad duele suelta con total descaro, sin pretensión alguna de establecer diálogo alguno, dejando de lado, por ejemplo, que Omalu, en determinados momentos, parece moverse más por intereses personales y profesionales que por cuestiones de verdad interés por los demás y la ciencia. Pero este pequeño resquicio a la duda, tan sólo se presiente y no es lo suficiente como para crear un relato más rico en su propuesta.
El problema es que ese interés queda velado por un trabajo visual por parte de Landesman que no aporta casi nada. Es como una imitación de una película de Tony Scott pero desde un mayor reposo rítmico y narrativo. Todo avanza con una fluidez expositiva bien confeccionada en la que los constantes planos aéreos de la ciudad contextualizan la acción y contrastan con los planos de interior, muy cerrados, pero no crea una dialéctica visual que aporte algo al discurso. Algo falla constantemente en La verdad duele en todos los niveles. Y en el único que puede que no lo haga, la interpretación y presencia de Smith, acaba siendo una rémora para la película: el actor pesa demasiado sobre todo lo demás. Lo hace bien, por supuesto, pero no es suficiente para que la película de Landesman no sea más que una narración con buenas intenciones de unos acontecimientos particulares. Queda claro que Omalu fue, es, más norteamericano que quienes intentan, por cuestiones económicas, ocultar el daño cerebral de los jugadores de fútbol americano. En otras palabras, ha entendido la grandes ser norteamericano. Muy bien. También queda claro que Smith es un actor capaz de dar vida a grandes e ilustres luchadores que desde una postura personal férrea lucha por lo que creen. Dicho esto, nada más queda en una película carente de sutilidad –la secuencia final es reveladora al respecto- y de resquicios en los que encontrar algo más que lo planteado, con encomiable destreza comercial, en La verdad duele.
Lo mejor: Smith y el resto de actores.
Lo peor: Lo convencional de todo el planteamiento y la carencia de conflicto en los personajes –a pesar de que los actores estén bien en su papel-. Todo bien armado para transmitir el mensaje de rigor.