"El Apartamento" es un icónico y magistral melodrama, dirigido por el legendario Billy Wilder y protagonizado por Jack Lemmon y Shirley MacLaine. Una comedia triste, reflejo de una época y, al mismo tiempo, de intemporalidad. En primer término, se nos describe como es la vida de Calvin Clifford Baxter (Jack Lemmon). Su día a día es el de cualquier trabajador medio de la época, es decir, salir y fichar a la misma hora, llegar cansado a casa, ver la tele… Sin embargo una salvedad complica su rutinaria existencia: cede su apartamento (a cualquier hora) a sus superiores para que lleven allí a sus ligues, con considerable merma de su descanso y bienestar. Sin embargo, la perspectiva de un ascenso como dádiva compensatoria por su “sacrificio” hace que Baxter trague de una forma lacayuna. Toda la película orbita en torno a diversos tipos de relaciones personales. Por un lado está el interés platónico, desinteresado y algo ingenuo de Baxter por Fran Kubelik (Shirley MacLaine) ascensorista que trabaja en su oficina, por otro lado está la relación de ésta con el señor Sheldrake (Fred MacMurray), que tiene tiene un sesgo deshonesto al tratarse de un adulterio. Finalmente tendríamos todas las relaciones, igualmente adúlteras, del resto de jefes. El triángulo que forman Baxter, Kubelik y Sheldrake está viciado, además por ser éste último jefe de ambos. Se establece así una relación laboral/sentimental de dominación donde el vértice más débil es Baxter, aunque quien más sufre es Kubelik.
Una virtud del film es, que sus personajes no cumplen la división canónica entre víctimas inocentes y malvados explotadores. Sencillamente porque todos los personajes tienen defectos. Es lógica la lástima que podemos sentir por Baxter, ante el abuso intolerable de sus jefes, pero visto de cerca resulta que se comporta como un alfeñique arribista al que le hacen los ojos chiribitas cuando le mencionan un ascenso a costa de su dignidad y de la chica que le gusta. Por su parte Kubelik al hablar de sus relaciones pasadas, nos cuenta que su anterior pareja fue el director de un banco. Como ahora se ha enamorado de un alto ejecutivo, Billy Wilder deja caer que ella tiende a enamorarse de gente poderosa o importante y no de un pobre currito como Baxter. Esta mordacidad a la hora de dibujar a los personajes, aparte de humanizarlos, nos sirve para que la mirada satírica de Wilder sea más corrosiva. No obstante, el film tiene muchos elementos de ambigüedad estilística. ¿Esta cerca más cerca de ser un drama o una comedia? Sin duda participa de ambos géneros. Los diálogos ingeniosos y algunas situaciones y personajes delirantes son propios de la comedia, los golpes bajos que reciben los protagonistas y alguna de sus drásticas decisiones apuntan al drama.
Sin embargo, otra virtud de la cinta es, que en cuestión de unos pocos minutos puede ser cómica, entrañable, trágica y emocionante. Todo está debidamente contrapesado para que no haya ningún sector cargante, de modo que nos podemos montar en una montaña rusa emocional que está en perfecto equilibrio. La parte mollar del guión de Wilder y Diamond es la evolución de los personajes de C.C. Baxter y Fran Kubelik. Ambos deberán romper con sus respectivos moldes e irse transformando en algo distinto. El tendrá que buscar el coraje para ser responsable de sus propios actos y no poner a la venta sus anhelos, y ella reconocer qué tipo de relación es más honesta y verdadera. Es decir, ambos tendrán que dejar atrás sus sumisiones laborales y afectivas y atreverse a ser libres. Wilder, de algún modo, da espacio para la redención. En la película, este viaje se lleva a cabo sin afectación, de forma intimista, con una puesta en escena sencilla y un cierto estilo teatral (casi toda es en interiores). No faltan las referencias características del realizador. Critica la publicidad, el matrimonio indisoluble, condena la hipocresía, la codicia, el acoso sexual de la mujer en el trabajo... Incluye referencias al arte (MOMA), estrellas de cine (Greta Garbo, Marilyn Monroe, Joan Crawford), películas ("Grand Hotel", "La Diligencia"). Extrae comicidad de malentendidos, falsas suposiciones, enredos, desventuras personales, etc. Sin olvidar una fotografía, un diseño de producción y una BSO que parecen destinados a conquistar corazones.
Las actuaciones son impecables, todo el reparto está a una gran altura, el papel de Jack Lemmon como C.C. Baxter, es de otra dimensión, su composición de persona normal y corriente, es enorme, arrancando multitud de matices a su personaje y consiguiendo que el espectador le desprecie o se compadezca de él según la situación. Shirley MaClaine encarna a la señorita Fran Kubelik, donde consigue cautivar tanto al protagonista como al espectador con su dulzura. Dos interpretes con quienes es fácil conectar, pero cuyo talento, sensibilidad e interpretaciones poderosas los convierten en dos iconos inolvidables de la historia del cine. Toda buena historia debe contar con unos personajes secundarios a la altura, notándose un particular esmero en este sentido. Jack Kruschen encarnó al Doctor Dreyfuss, vecino y voz de la conciencia de Baxter, capaz de sacarle de algún apuro y de aconsejarle sabiamente. No menos llamativa es la mujer del doctor, personaje de carácter cuyos biliosos comentarios aportan una agradecida vis cómica. Todos los jefes de Baxter, que usurpan su apartamento, tienen una moral nefasta pero se nos presentan como unos gamberretes de vodevil, seguramente para resaltar su patetismo.
En definitiva, perfecta mezcla de drama y comedia que, merced a un guión prodigioso, sirve de reflexión sobre las relaciones personales en el plano íntimo y sobre las relaciones sociolaborales en un plano más amplio. Sus protagonistas buscan la felicidad y la dignidad mientras bregan con la parte más amoral de la sociedad americana de la época. Una obra antológica, tierna, brillante, cálida, crítica y deseperanzada. Desarrolla una mordaz, ácida y severa crítica social. Ajustándose a los parámetros de la estética realista, examina la vida y costumbres amorosas en EEUU a finales de los 50 y compone un retrato pesimista de la sociedad.
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