Un refugiado africano del que no se conoce la identidad es interrogado en prisión. Parece traumatizado, hasta el punto de no querer comer ni hablar.
Cuando el guardia que le vigila descubre una fotografía que guarda el detenido se da cuenta de que el hombre tiene algo fuera de lo común. Dentro de la celda, los dos comienzan una relación amistosa, y el carcelario empieza a conocer el pasado y la vida de los refugiados. Lo que conecta a ambos es la pena de haber perdido a alguien a quien amaban.
El guardia decide ayudar al inmigrante incluso cuando eso supone arriesgar su trabajo, pero la deportación no depende de ellos y cada vez está más cerca.