Los hermanos Coen están empeñados en escribir y dirigir historias (además de montarlas y producirlas) para que unos pocos, lo que ellos mismos denominan como su pequeño público abstracto, o mejor dicho, sus feligreses, por el contexto en el que nos movemos, sean incapaces de perder la fe en el cine.
“Hail Caesar!” es el nuevo trabajo de este dúo de artesanos, autores de obras del calibre de “Fargo” (1996), “El Gran Lebowski” (1998), “No Country for Old Men” (2007) o “Inside Lewin Davis” (2013) entre muchas otras. Su filmografía, intachable, se caracteriza por estar dividida en dos grandes grupos. El primero se distingue por un tono más serio, formal y realista, mientras que el segundo está ya consolidado como el baúl de las comedias, todas disparatadas, humanas e inteligentes.
La película de la que hablamos a continuación seguramente caiga dentro del segundo grupo, sin embargo, no debe ser considerada por ello una obra menor, ya que lo que puede parecer un film ligero y algo difuso en su caótico argumento, se erige como una sucesión de brillantes escenas enlazadas por un hilo conductor fino y dorado, y aunque es cierto que pierde en trascendencia con respecto a otras obras de Ethan y Joel, en ella se esconden multitud de pequeños momentos reveladores, homenajes sinceros, crítica sutil, hilarante y paródica; y por último, y no menos importante, gratas sorpresas como el personaje de Alden Ehrenreich, divertidísimo y a la vez arrebatador. Es una pena que su cara no aparezca en el cartel de la peli y si lo haga la de un Jonah Hill que se deja ver por una sola escena de forma puramente testimonial. Cosas de marketing, supongo.
El homenaje y la satirización de la época dorada del Hollywood de los años 50 se plasma en cada set de rodaje que visitamos durante el desarrollo de la trama: habilidosos vaqueros de serie B sin actitudes interpretativas; simpáticos números musicales repletos de color y baile; el ansia de lucimiento personal de musas, directores y periodistas de la época, etc. Todo ello mientras seguimos al “fixer” interpretado por Josh Brolin e inspirado en la figura real de Eddie Manix, antiguo productor ejecutivo de la Metro Goldwyn Mayer, un solucionador de problemas que vive en sacrificio continuo para la única religión en la que de verdad cree: el cine.
Lo cierto es que Manix no es el único personaje del mundillo que ha sido homenajeado por los Coen; directores, intérpretes, periodistas e incluso alguna que otra trabajadora anónima aparecen en el film fruto de su inspiración en personajes reales, o al menos poseen suficientes similitudes como para que sospechemos de ello. Por supuesto, las películas que se están rodando en el estudio ficticio, el “Capitol Pictures”, también provienen de clásicos en los que los Coen se basan, siendo “Ben-Hur” (las versiones de 1959 y 1925) el ejemplo más claro e importante de ellos.
De la fotografía vuelve a encargarse Roger Deakins, habitual colaborador de los Coen en anteriores proyectos. Su trabajo, pese a no ser tan extraordinario como el que realizó el pasado año en “Sicario” (2015), sigue rozando la exquisitez y la sobriedad a la que nos tiene acostumbrados. Me quedo con un plano cenital en el que la exuberante Scarlett Johansson asciende desde el fondo de una piscina para acercarse gradualmente a la cámara y enamorarnos a todos (si es que no lo había hecho ya) sin necesidad de cantos de sirena.
Es curioso que la película, salvando las distancias, me recuerde a la poderosísima “Inherent Vice” (2014) de Paul Thomas Anderson, y que Josh Brolin sea, en este caso, el mejor vínculo de unión posible entre estas dos alocadas comedias. No todos los días podemos asistir a una reunión entre los representantes de diferentes iglesias para decidir si una película respeta o no la figura de Cristo, ni a una sesión de estudio formada por guionistas despechados (¿Los 10 de Hollywood?) que se han unido al Comunismo como represalia por el maltrato sufrido a manos de la industria capitalista cinematográfica. ¿Su venganza? secuestrar a una estrella de Hollywood (bravo por George Clooney). Magnífica.
PD: No podía acabar esta crítica sin ensalzar el trabajo de Carter Burwell, compositor a cargo de la banda sonora de la película. Tras estar nominado al Oscar a mejor banda sonora original por su trabajo en “Carol” (2015), este pasado fin de semana se han estrenado dos películas que también llevan sus composiciones: “Anomalisa” y la propia “Hail Caesar!”.