La soledad de la corredora de fondo
por Marcos GandíaHay (había) vida en los eximios estudios Ghibli nipones más allá de Hayao Miyazaki. La sombra del jubilado (salvo sorpresas, agradables, que lo desmientan) autor japonés ha sido siempre muy grande, a veces protectora y en otras ocasiones castradora, en relación al resto de creadores de esa meca de la animación. Con mayores dificultades para poder estrenar fuera de su país de origen (no para tener un hueco en festivales especializados, eso sí), ya que no tienen nombre, muchos de esos directores no sólo han demostrado estar a la altura del maestro que nos regalara obras maestras como Porco Rosso o El viaje de Chihiro, sino, y esto sí que es importante y un valor, poseer un universo personal, dramático y estilístico que se aleja de los cánones Miyazaki e incluso de los de la propia Ghibli.
Hirosama Yonebayashi es uno de esos autores. Que el aspecto, el look de sus dibujos o esa apuesta por narrar historias con niñas (siempre niñas, siempre Alicia intentando huir hacia un país de las maravillas que no lo es tanto) que se refugian en la fantasía, no nos engañe: Yonebayashi es mucho más pesimista y triste que Miyazaki. El recuerdo de Marnie es una película triste, también hermosísima y dotada de una capacidad para extraer poesía y emotividad, emoción, de un mínimo gesto o un color que se cruza por un cielo azul para presagiar una lágrima o una tempestad. Melancolía que ya se hallaba en la más traviesa Arletty y el mundo de los diminutos, la anterior película que habíamos visto en nuestras pantallas de este genio del anime. Pero mientras en Arletty… sospechábamos del dolor de esta al abandonar ese universo en miniatura y tener que afrontar la vida real, en El recuerdo de Marnie el dolor ya está presente desde el comienzo. Lo que sigue en este paseo en solitario por la solitaria vida de una niña que intenta escapar de esa soledad a través de lo único que le queda de inocencia, su fantasía, es una de las más preciosas y sentidas elegías hacia la muerte de la infancia. Una película que más que hermanarla con los trabajos de Hayao Miyazaki hay que hacerlo con una de las mejores muestras de este subgénero Alicia: las Criaturas celestiales de Peter Jackson. Es en ese lugar fantástico, vecino del de la niña de El laberinto del fauno de Guillermo del Toro donde late el corazón de un relato infantil tan sincero como doloroso.
A favor: la manera en la que se aproxima a los claroscuros de la infancia.
En contra: que la comparen con Miyazaki.