Sabes que va a pasar alguna cosa, que algo importante se va a desvelar pero, pasan los minutos y parece que no llega, la revelación del gran drama que debe convertir en infierno tan plácida estancia se resiste, pinceladas breves asoman su cara, gotas ligeras que anticipan la presunta lluvia pero, en su intento de hacerlo delicado y suculento, atractivo y misterioso, puede acabar provocando lo contrario, el desinterés de un vidente que mira y escucha y, tan sólo en la recta final, ve compensada su dedicación concisa con una resolución decisiva y determinante que puede no ser accesible y aclaratoria para todo el que observa pues su desenlace definitivo, ni es tan obvio ni esclarecedor, como lo fue en "El sexto sentido".
La familia reunida de nuevo, el juego de descubrir la personalidad de cada hermana, la verdadera cara y cruz de tan bellos rostros donde es fácil colocar la etiqueta de diablo a quien golpea y daña a plena luz del día, sin esconderse en tapujos, difícil asimilar la confesión de quien es lindo por fuera/está podrido por dentro sin el mismo saberlo, intriga de poco juego que no estimula en exceso el ardiente deseo de llegar a ello.
Lo que debería ser demostrativa investigación, de fuerza inquisitiva en sus pasos, se exhibe como un incómodo malestar que no acaba de derivar en explosiva fiesta, intuyes el fuego, hueles su aroma pero no acaba de prender, ni con ruego del receptor ni con esfuerzo del emisor, simplemente se percibe su ruda y áspera atmósfera, en su rancio y cortante aire pero, como buena sonámbula, pasa como si nada, de puntillas y en silencio.
No se ofrece mucha información sobre los jugadores, el mínimo, a tiempo dispar, para poder colocarlos a cada uno en su sitio y sea el avance de la partida y reconstrucción de los hechos lo que te lleve a confirmar o desmentir la primera impresión sobre los mismos, una estable y coordinada pareja que se ve de repente invadida por la llegada de visitantes imprevistos, alteración que moverá la relación de todos los implicados, quieran o no, lo captes al vuelo o te quedes esperando, el argumento sabe su meta y el guión, lúgubre y taciturno, decide dar su golpe maestro a última estancia mientras se entretiene con escenas secas, lentas, desabridas, de escaso aporte nutritivo que ponen a prueba tu consistencia y entusiasmo, ese apego por hallar el misterio, que se resiste como todo buen manjar, cuya dedicación no se ve alimentada con fascinación, gusto y encanto por el camino que lleva a ella.
De ahí el mayor mérito de esta producción noruega que, sin hacerse querer, sin ponerlo fácil, ni aportar idoneos alimentos de sabrosos señuelos llega al fondo del lago y logra sentir el incendio que durante toda la trama se deja ojear e intuir; también es cierto que el encuentro con el gran enigma no es para tanto, no es repentino imprevisto sorprendente sino estabilidad anticipada pues, la memoria recuerda los hechos como quiere y no siempre el más loco es el que anda desnudo por la casa a medianoche, de un lado para otro, sin conocimiento ni control.
Mona Fastvold, se atraganta tu trabajo, sin pretenderlo ni solicitarlo, los participantes no desprenden simpatía conectiva por acompañarles en su renacer y confirmación, sólo desamparo inconexo que trueca ese acierto de desgarrar la margarita hoja a pétalo para ver el resultado, demasiado sedante, el barbitúrico hace efecto en el personal provocando un aislamiento y distancia de atención que estropea el postre preparado como delicatessen de tan escabrosa cena, desgaste que pasa factura en el recuerdo global de la misma.
No apta para todos puede agotar tu paciencia y socabar tu anhelo por saber, desastre que se puede ver rematado si no sabes leer entre líneas, discernir más allá del escepticismo rutinario, del mantel poco alentador preparado y ver más allá de la sosa estancia, captar quién es quién y quién hizo qué a quién en un pasado que apenas se rememora, o trae de vuelta al sufridor presente, pero que es la clave para retirar la careta de cada uno y hallar al verdadero discapacitado emocional.
Si logras completar el círculo verás bien empleado el tiempo entregado, si te pierdes, aburres o asfixias por su relajante y desganada ruta, nada habrá que te compense; abrir la caja de pandora tiene su coste, arriesgarse es ya decisión propia.
Competición por el afecto y cariño de un padre fantasma cuyo recuerdo todavía altera, perturba y enloquece a su querida descendencia; ¿qué no haría una niña para que papi la quisiera?