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    La guerra del Planeta de los Simios
    Críticas
    4,5
    Imprescindible
    La guerra del Planeta de los Simios

    Ape-calypse Now!

    por Alejandro G.Calvo

    Empecemos con una aclaración: esta película no tiene nada que ver -o muy poco, como el hecho de que el simio César sea el protagonista- con La conquista del planeta de los simios (1973), en su título original, “Battle For The Planet Of The Apes”, la película que finiquitó la saga clásica simiesca a mayor gloria de la sci-fi distópica. Si no que se trata de la lógica continuación de la brutal El amanecer del planeta de los simios (2014), ambas firmadas (guión y dirección) por Matt Reeves, tanto a nivel argumental -la película arranca con los simios liderados por César escondidos en el bosque, a los que tratan de dar caza un grupo de soldados liderados por un Coronel (sin más nombre) desquiciado, al que da vida un Woody Harrelson en estado de gracia; como estético (fondo y forma): la guerra entre simios y humanos viene marcada por la trágica ética humana, la maldad sin fondo del Coronel (y sus soldados) fuerzan a los simios a romper la tan deseada paz ansiada por Caesar.

    Nunca antes una película de la saga ideada por el escritor Pierre Boulle se había bañado de forma tan clara en las excitantes aguas del género bélico. Y es que si La guerra del Planeta de los Simios se parece a algo es a una película de guerra, incluso de aroma clásico, con dos bandos enfrentados luchando por su vida entre el barro, la nieve y la sangre y, posteriormente, en un campo de trabajos forzados que rascan el recuerdo de los campos de concentración japoneses (más que alemanes) en la segunda guerra mundial. Como referentes sirve tanto Apocalype Now (1979) -Reeves encuadra a Harrelson buscando las mismas sombras que Coppola trazaba sobre Marlon Brando (y está tan chiflado o más que el Coronel Kurtz)- como Feliz Navidad, Mr. Lawrence (1983) o El puente sobre el río Kwai (1957), especialmente si cambiamos el puente por un muro que el enloquecido Coronel trata de construir llevando a los simios a la extenuación.

    Es curioso, estamos tan acostumbrados a la maravilla técnica, que ya damos como algo normal la increíble representación de los simios en su CGI cum laude. De hecho, más que maravillarnos con la forma, nos quedamos deslumbrados por la emoción que desprenden los protagonistas. La amistad que se traza entre el pequeño grupo liderado por César, perfilando a los personajes con un cariño poco habitual en el cine mainstream contemporáneo, nos recuerda también a los maravillosos grupos humanos que Howard Hawks capturó en sus westerns. De hecho, me resulta mucho más atractivo la relación que existe entre ellos y su lucha por la supervivencia apoyándose los unos en los otros que la acción expeditiva per se. Es impresionante la capacidad que posee Andy Serkis/César para expresar todo el resentimiento que carga sobre sus hombros, la culpa que arrastra derivada de su deseo de venganza y que lo lleva a convertirse, cada vez más, en alguien más humano (ergo, negativo). Reeves continúa preguntando a sus protagonistas si serán capaces de barrer toda moral, al igual que han hecho los hombres, para así poder sobrevivir.

    Por todo ello La guerra del planeta de los simios es un hit en toda regla. Un cierre de una trilogía a la que, por una vez, le deseamos que lleguen más películas. Es inaudito que un blockbuster posea tantas y tan buenas ideas -no quiero hacer spoilers, así que el lector deberá descubrir cuáles son cuando vea la cinta-. Y además funciona en todas sus partes, resultando tan exigente a la hora de retratar una batalla en campo abierto, como trazando un plan de huída del campo de trabajo donde los simios están confinados. Y todo ello trazado entre palabras y gruñidos, entre simios que hablan como hombres y hombres que ya no pueden ni articular palabra. Por todo eso, ¡salve a César! 

    A favor: Que siga la línea valiente de no adscribirse a ningún patrón previo y sea capaz de tomar decisiones audaces a nivel argumental.

    En contra: Que el mensaje no llegue alto y claro a todos sus receptores.

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