Ciega, más de miras que de vista.
Voy a quedarme ciega, ¿cómo afrontar dicha noticia?, ¿cómo encarar lo que te espera?..., el miedo te posee, la incertidumbre te controla, te aislas, evitas el contacto, tus oídos se agudizan, el ruido envolvente cobra todo protagonismo y..., Eskil Vogt, en su original propuesta, opta por confundir al espectador cruzando realidad y fantasía, soledad e imaginación que escribe la titular discapacitada como parte de su desahogo y alivio del tiempo muerto, para rellenar un arduo y duro presente con la ensoñada inventiva de lo que fue y pudo llega a ser pero se cortó bruscamente.
Personajes que envuelven a una aislada, vencida e inapetente protagonista refugiada entre sus blancas paredes, un castillo protector como vivienda que la cuida de salir y confrontar el peligro de relacionarse, compartir y volver a ser herida; son sus compañeros mentales quienes hacen esa función por ella, ese riesgo de sentir, vivir, valorar, emocionarse y perder.
Atrevida y desigual producción noruega que toca los valores existenciales, el sexo y la perturbación con puntilloso desorden y explicativo mareo, esa psicosis al acecho de quien, recluida en si misma, se deja llevar por un paralelismo que apunta potentes maneras visuales, de quien viendo está ciego por su incapacidad para comunicarse y disfrutar en su necesario contacto con los demás.
Gusta su enfoque, atrae su montaje, se aprecia su estilista presentación, interesa su lento y esquivo hablar en persona, sugestiona esa potente voz en off que, como narrador capitán al frente del discrepante navío, encomienda y fuerza el despertar y atención del oído, al tiempo que la audiencia goza, de más, con su ventajosa vista como sentido exquisito que también se alimenta con cuidado y placer; pero no deja de transmitir un deje distante y desconcertante, despistado y perdido por estimar las formas y admirar el cuadro pero perderse parte, e incluso puede que todo el mensaje, esa minimalista historia de confección turbadora que deambula con estratégicos saltos no siempre fáciles de captar o entender, donde te arropa esa misma nube de caos y desabarajuste que lidera a la afligida ciega, dando tantas volteretas erróneas e ininteligibles como la cabeza y corazón de la referida minusválida.
Un interesante drama psicológico construido a partir de esa desventaja física que proporciona silencio angustioso, rellenado con esa dependencia límite de recrear, en escritura, lo que en palabra viva nunca dirá, compartirá ni experimentará.
Sepas apreciarla o no, entenderla o quedarte varada en el vacío, sin duda es obvio tu respeto por un innovador guión que toma caminos alternos para referirse al encierro, la nostalgia, la pesadumbre y el desespero; naturalidad para una ceguera que bulle por dentro hasta enloquecer a quien no participa y ha abandonado su existencia en compañía de otros seres semejantes, nulidad de cualquier tipo de contacto que deriva en una paralela recreación distorsionada y desconcertante que motiva por querer encajar las piezas pero, también desasosiega por la posible ineficacia del intento y su derivada desconexión del texto.
Es narración alterna con los reparos y exquisiteces, peros y dones que de ello se desprenden, válida de visionar aunque no logres seguirla ni hacerla tuya completamente.
Sin opción de control o decisión pierde la vista, por voluntad de destierro y ausencia de contacto o convivencia con otros prójimos pierde su juicio y reflexión de la realidad que la rodea; lenta e inconscientemente se suicida, siendo la audiencia ofuscado ojeador de todo el caótico proceso.
Cautivadora en su desorientación, estimulante en su extravío, despiste como sello de identidad que la marca y confunde; atractivamente extraña.
Lo mejor; su novedoso planteamiento y naturalidad interpretativa.
Lo peor; perderte por su camino dado el desbarajuste de un guión que alterna realidad y fantasía.
Nota 5,7