Ni contigo ni sin ti.
Hay sentimientos de los que nunca te vas a desprender, ya te hagan feliz o daño insondable, te aporten inmensa alegría o indeseable tristeza pues son la mayor bendición y el peor castigo de una hipnótica catarsis que te ciega, alimenta y a la que te aferras para seguir viva.
Vincent Cassel, encantador y delicioso, ideal en ese flirteo inacabable que seduce y mata, explosiona y paraliza a una voluntaria víctima -excelente la pareja que forma con Emmanuell Bercot, magnífica su química- quien no puede evitar dejarse llevar por sus tejes, manejes y argucias que muestran lo perseguido y obtenido en todas sus facetas donde, por momentos, se ama y odia al portador de dichas emociones con gran intensidad, con todas tus fuerzas y capacidades.
Ese duro, eterno y polémico “acepta lo que tienes”, lo que conociste, lo que te embrujó, enamoró y volvió loca, no intentes domarlo y adaptarlo a tus necesidades pues te cautivó su frescura, te eclipsó su desparpajo, su libertad vivida se apoderó de tu ser para nunca más soltarte y, cualquier cambio de las piezas originales, sólo llevarán a un fracaso y desastre.
“Con el tiempo todo se va”, aunque hay cosas que quedan y se afianzan, como esa inexplicable obsesión enamoradiza por quien te hace reír y llorar por partes iguales, donde su posesión te enloquece/su distancia te amansa pero vuelves, como desvalido que no puede andar sólo, a por tu enamorado lazarillo, a por otra ronda de frenesí, lujuria y desenfreno.
La adicción, con su dicha y con su oscuridad, con su fortuna y disgustos, una combinación peligrosa que puede llegar a desear el destrozo anímico, si es la condición imprescindible para sentir esa envidiada plenitud corporal, ese anhelante desenfreno carnal que domina tu cerebro a cambio de una caricia o un beso, aunque luego proceda de nuevo volver al adepto sufrimiento.
La obra de Maïwenn Le Besco se sostiene por la frescura, lozanía y atractivo de sus dos intérpretes y de su venenosa mímesis descubierta pues, en su zigzagueante desarrollo deja huecos de aflicciones que se pierden, que no cuajan mientras realiza sus desconcertantes saltos temporales para seguir subido en su virulenta noria, en esos perturbados altibajos, de choques y fusiones, donde intenta crear ese ambiente tenso, turbador, placentero, sufridor, deleitoso y catastrófico que supone toda relación tóxica que vive de bofetadas y abrazos pero, que no supone inquietud o sorpresa alguna ya que, a pesar de tantas idas y venidas, es fácil anticipar su línea de camino y final.
“Me di cuenta de que quería complacer a la gente”, y en esas máximas se mueve un guión divertido pero blando, agraciado y simpático pero esquivo y difuso que busca, en el fondo, gustar y ser acogido por la apetencia cariñosa de la audiencia, más que definirse con carisma y carácter, más que entrar de lleno en lo que muestra; esa lascivia corrosiva, que contenta al momento, para engatusar el día y la semana hasta la llegada de ese dolor por la ceguera oclusiva producida, que convierte la personalidad de un sujeto en identidad de papel para jugar al ahorcado, sin poder volver a respirar profundamente mientras se está bajo su influencia y yugo.
Es sencillo entenderse con ella, entretiene y se saborea con complacencia pero no deja de tener ese tono febril de estar de broma, jugando, nunca entrando seriamente en faena.
Como anécdota para la cena, como último cotilleo entre los amigos, como juerga distendida e inocente que no pretende más que ese rato de buenas y amargas sensaciones, una ardiente vehemencia y apacible bienestar que no alcanzan el grado de fogosidad necesario para crear nerviosismo y dependencia de la cinta.
Que puedas anticipar, con jovial claridad, el decante de la misma, no evita su disfrute moderado; un aceptable bien, que no levanta pasiones, pero tampoco quita ese mínimo interés sano y asequible por ella.
Impetuoso y exagerado drama romántico cuyo suplicante “déjame ser feliz”, al tiempo que desdichada, son de cortejo ficticio, aunque cordial y grato.
Lo mejor; el impulso de la pareja protagonista.
Lo peor; su lógica narrativa se estrella.
Nota 6