Cuento para no dormir
Vaya por delante que no estamos ante una cinta de terror al uso. Ni mucho menos ante un film que recuerda al cine de James Wan, cineasta que, por otra parte, tampoco ha descubierto nada nuevo en el género. Sí, cierto es que no oculta sus referencias, que van desde “Pesadilla en Elm Street” hasta “El resplandor”, pasando por el expresionismo alemán o el cine de Georges Méliès. Incluso hay un poco de “Solo en casa” en ella. Una mezcla que parece imposible pero que resulta tremendamente efectiva.
Pero seguimos sin estar ante una película de terror común, aunque sus referencias sigan siendo de manual. De manual del buen cine de género, se entiende. No, lo que “The Babadook” ofrece es un cuento para no dormir, un relato plegable y malicioso que empieza como una típica historia con monstruo involucrado y una casa aparentemente encantada, con un niño difícil e hiperactivo al que dan ganas de estrangular, y despertando el interés e incrementando la tensión gracias a su manejo de los terrores infantiles y el terror familiar más básicos. Introduce a un personaje caricaturesco pero amenazador y consigue durante su primera mitad que esa siniestra canción que acompaña al libro que protagoniza se te adhiera irremisiblemente a la piel. Una vez le dejas entrar, cuesta librarse del martilleo que en la cabeza produce ese “Ba-Ba-Dook-Dook-Dook”, similar al peor de los dolores de muelas.
Y aún así, seguimos estando ante una propuesta atípica dentro del género. Porque en el modesto debut de Jennifer Kent, que hace uso de los pocos recursos de los que consta para dejarte un mal cuerpo, el monstruo en cuestión es lo de menos. Su terror no viene de los sustos, ni de generar simplemente tensión, que lo consigue, ni de la presencia de ese ser de dedos largos y puntiagudos y sonrisa de Gato de Cheshire, sino del giro que da hacia la mitad del relato, transformando los miedos infantiles en adultos. Aquí lo que consigue ponerte los pelos de punta es la ambigüedad y lo siniestro y retorcido de su desarrollo. El monstruo no es más que un leit motiv para hablar de algo tan mundano y cotidiano como el dolor de la pérdida y lo difícil que es ser madre soltera cuando el pasado no para de perseguirte. No es más que una metáfora del trauma y el estrés post-traumático, y Kent logra ponerte los pelos de punta con una historia en apariencia sobrenatural –quizá se le vaya la mano con lo sobrenatural en el tramo final, y con algún efecto CGI redundante-, en la que su criatura es mostrada levemente cuando es necesario, manteniendo el misterio sobre su figura y su papel durante todo el metraje.
La guinda a esta original muestra de cine desde las antípodas la pone la interpretación de Essie Davis, un torrente de registros interpretativos y un ejemplo de cómo causar impresión con una sola mirada a cámara. La acompaña un pequeño Daniel Henshall que supone una sorpresa, aunque en su interpretación pueda desprenderse cierta inexperiencia y sobreactuación que, no obstante, ni molesta ni le hace menos creíble. “The Babadook” es el perfecto ejemplo de buen cine de terror que no parece cine de terror, pero que te cala hasta los huesos una vez le dejas penetrar bajo tu piel. Y un aleccionador cuento que acaba enseñándote que a los monstruos, imaginarios o no, es mejor mantenerlos cerrados y alimentarlos con galletas. O con gusanos. Lo que más le guste.
A favor: Essie Davis, lo bien que hace uso de los pocos recursos de los que dispone para generar miedo, y que no es una cinta de terror al uso
En contra: la manía de compararla con el cine de James Wan, y un tramo final quizá demasiado sobrenatural