Perdido en su invisibilidad, por un guión que no sabe nutrirse adecuadamente.
Richard Gere, ese oficial y caballero que hizo sentir a todas las mujeres bonitas con su elegante traje y su imperiosa necesidad de cariño, símbolo eterno de ese maravilloso cuento de amor que tan bien ha representado durante años, y por el cual tanto se le ha idolatrado.
Ahora persona desolada, devastada y hundida, que vaga por las calles de Nueva York, cual errante perdido, ido de la cabeza y abandonado del alma, tiempos felices quedaron atrás, su misión es mostrar la evolución en caída de quien tenía nombre y lugar para la sociedad, en estos momentos invisible para todo el que le mira, si es que alguien osa o se molesta en posar sus ojos sobre lo que sólo parece un bulto que incomoda el caminar por la acera.
¿Convincente en papel tan delicado y fatigoso?, ¿veraz su actuación de quien no tiene nada excepto su enganche por la bebida?; poco son los que le salvan de quemarle en la hoguera, que aplauden su elección para tan arduo papel, se puede confirmar que el juicio generalizado del público Cesar es ..., puño hacia abajo.
Personalmente no le tiro todo el fracaso de motivación y falta de estímulo por la historia, persona y su vida al protagonista elegido, don ilustre Gere, hay muchos más factores que facilitan la inclinación descendente de lo narrado pues su sinopsis carece de aliciente emprendedora que invite a su descubrimiento; no indaga con vehemencia en la fatalidad y desgracia de la situación presente, no se involucra con conciencia plena en su dolor, únicamente realiza una apropiada exhibición para cumplir con los requisitos mínimos y salir, de la encrucijada, sin vehemencia ni riesgo.
Un argumento sin mucho diálogo tiene que ser seductor para la mirada a primera vista, potente en las imágenes, impactante en sus escenas emotivas y trágicas, tratándose de un drama, para capturar tu atención y no soltarla, no un insustancial caminar desorientado que no orienta al espectador.
Esa obsesión por mostrar a un alcohólico sin techo en solitario, sin ningún tipo de contacto humano durante tan largo periodo de cinta como que no alcanza el grado de profundidad e interés deseado, el guión no retrata con certeza y destreza este mal vivir, este agonizante morir en vida; no todo es poner al personaje ropa sucia y barba de tres días, se necesita mayor solidez, astucia e ingenio firme en su recorrido.
Sin duda es lenta, sin duda ayuna en cuanto a carácter, sin duda no han sabido qué hacer con el personaje, sin duda insuficiente ese andar de lado a lado con cara agónica de quien quiere denunciar la exhausta ilógica de esos refugios que deben ayudar al necesitado pero son prisiones que se entretienen con la estúpida burocracia.
El mensaje es claro, se capta lo que se quiere comunicar, cosa distinta es el logro emocional y sensitivo acerca de ello, demasiado factores quedan famélicos y lejos de la altura acordada, la neutralidad del intérprete, la carencia formativa de su presencia, la falta de compromiso con lo narrado, esa ausente envoltura anímica que te lleve a desesperar y sufrir con el mártir..., hay intención y voluntad, no muestra concluyente.
No penetra en el corazón, no se hace con tu alma, dos horas de escaso provecho para cautivar tu comprensión y ternura, afecto y desconsuelo, tu aflicción permanece a buen recaudo, sin ser molestada o sacudida por el desahuciado vagabundo que tiene breves lagunas en una existencia deshecha y arruinada.
“Out of mind”, invisibles, por una vez una adecuada traducción pues nunca logra verse con calado al personaje, sólo una parcial y endeble silueta del mismo.
Larga, floja y banal; si vas a contar, cuenta y ¡déjate de tanto pasar el rato!
Su relato merecía mayor sabor y consistencia, un recuerdo más estable, robusto y denso.
Lo mejor; su querencia de alumbrar lo que la sociedad prefiere ocultar e ignorar.
Lo peor; no entra en verdadera materia pues su sinopsis es ligera y poco meticulosa.
Nota 5,3