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    Barry Seal: El traficante
    Críticas
    3,5
    Buena
    Barry Seal: El traficante

    El hombre que siempre cumple

    por Israel Paredes

    American Made es el título original de Barry Seal: El traficante, mucho más sugerente en cuando a su relación con lo expuesto, tanto a nivel argumental como formal, en la nueva película de Doug Liman. Porque en ella el director nos plantea una historia que nos presenta a un hombre, Barry Seal (Tom Cruise), quien, tras trabajar como piloto de vuelos comerciales, es contratado por la C.I.A. para entregar armas y dinero a la Contra para luchar contra los Sandinistas en Nicaragua y, por extensión, contra los movimientos de extrema izquierda de Centroamérica a finales de los años setenta, cuando la presidencia de Jimmy Carter supone el colofón a una década muy conflictiva y en crisis para Estados Unidos y que tendrá su respuesta en Ronald Reagan y los ‘neo-con’. Seal, un hombre en apariencia sin ideología, que no sin inocencia, encuentra en su nueva vida emoción y adrenalina y, sobre todo, un enriquecimiento personal en aumento que tendrá en nuevos trabajos no solo un crecimiento exponencial, también la construcción de una suerte de imperio personal e íntimo cuando, conocido como ‘el hombre que siempre cumple’, sea contratado por los narcos colombianos y, después, por la Casa Blanca. Traficará con armas, droga, personas, dinero… poco importa para Seal: la mercancía es mercancía, un producto. 

    Liman usa la figura de Seal como ejemplo, a partir de los hechos reales, para mostrar una época, un sistema y una forma de operar en la que las personas, sea cual sea el lugar que ocupen, interpretan un papel en un entramado que crece por sí mismo, que mueve el dinero de manera considerable. Da igual ese lugar, todos son piezas de un algo invisible pero que, a su vez, ellos mismos crean con sus acciones. Y el director lo ha hecho a través de una comedia dramática muy negra en su humor a partir de unas supuestas cintas que Seal graba cuando se sabe sentenciado a muerte por el narcotráfico, y en las que relata cómo ha llegado hasta ese punto. Es, por tanto, su punto de vista el que se impone en la narración, de ahí que, en esa especie de ignorancia arribista que lo define, intente no tanto justificarse como exponer lo que hizo, seguro de que actúo como debía: al fin y al cabo, es como se hacen las cosas para conseguir dinero y para prosperar. American Made

    Con un estructura lineal y episódica, Liman relata esos años de Seal de manera enérgica, sin apenas paradas por el camino, creando unas imágenes de diferentes texturas que remiten tanto a esa época como a la nuestra en el modo de percibirla. Pero en cuanto a la construcción del relato, Liman da la vuelta a otro tipo de acercamientos a personajes como Seal para evidenciar que, incluso cuando surgen desde la crítica, no pueden evitar presentar una cierta mirada de comprensión e, incluso, de admiración. En Barry Seal: El traficante no es el caso, aunque sí aparece un sentido irónico y satírico que tiene, además, en la figura de Cruise el perfecto contrapunto, dado que el actor, cuya imagen quizá ya se encuentre en ese punto en el que está por encima de los papeles que interpreta, aportando de ese modo una dialéctica realmente interesante a nivel iconográfico y revirtiendo su imagen al interpretar a un personaje que, quizá, no cumpla del todo con las expectativas que, a priori, se puedan tener al ver una película de Cruise. 

    Barry Seal: El traficante, en varios niveles, tanto por aquello que muestra como en la manera en que lo hace, así como por ese uso de la imagen de Cruise, supone un más que notable acercamiento a una época y a unas prácticas políticas que respondían a un momento de confusión y, a su vez, de demencia que Liman traduce bien a través de las imágenes, no solo mediante la historia y sus personajes. Unas imágenes que revelan el carácter de ficción de la película, de reconstrucción, máxime cuando, además, todo viene modulado por el punto de vista de Seal, quien traslada al espectador la forma en la que fue introduciéndose poco a poco en un sistema que le creó para, después, abandonarlo y destruirlo. Lo increíble de muchos de los pasajes de la película, asumiendo que, de una forma u otra, acaecieron en su momento, quedan expuestos por Liman de tal modo que el espectador pueda dudar sobre lo real y lo ficticio para, precisamente, evidenciar lo absurdo de todo ello. Y aunque contextualizado claramente en su momento, no se puede evitar pensar que en aquella época arrancaron muchos de los problemas que, de distintas maneras, persistente en el presente. 

    Lo mejor: Cómo Cruise interpreta a un personaje a la par que juega con su propia imagen como actor. 

    Lo peor: El carácter satírico puede conllevar lecturas erróneas –aunque convenientes para ciertos discursos-.

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