Al principio de la producción los rumores indicaban que la película iba a ser filmada en una toma única, imitando el proceso que siguió el mismo director en El arca rusa (2002).
El documental obtuvo el premio a Mejor Película Euro-Mediterránea y Aleksandr Sokurov fue galardonado con el Fondazione Mimmo Rotella, ambos en el Festival de Venecia 2015.