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    Toc Toc
    Críticas
    2,0
    Pasable
    Toc Toc

    Un juego sin gracia (y sin nada)

    por Israel Paredes

    Toc Toc, quinto largometraje de Eli Roth, supone un remake de Death Game (Las sádicas), dirigida en 1977 por Peter S. Traynor, uno de los productores de la película, así como sus dos actrices, Sondra Locke y Collen Campo (quien, además, tiene un breve cameo). En 1980, Manuel Esteba llevó a cabo otra suerte de remake, quizá más encubierto, en Viciosas al desnudo. Roth, dado a reciclar material ajeno para sus intereses, ha tomado el esqueleto argumental del original de Traynor para adaptarlo a la actualidad, tanto en cuestiones formales –aunque el trabajo de Roth en general no sea para nada brillante en puesta en escena- como en el uso de tecnología –los tiempos mandan- y en cuanto al discurso que, aunque en líneas generales es similar, incluye algunas variaciones que resulta llamativas.

    Lo mejor de Toc Toc es, posiblemente, el arranque de inicio sobre los títulos de crédito, imágenes que nos sitúan espacialmente en la casa de Evan (Keanu Reeves), antes de verle con su familia, la cual se marcha durante un fin de semana, quedando él solo en la casa hasta que reciba la visita de Bell (Ana de Armas) y Genesis (Lorenza Izzo), dos jóvenes que emprenderán un macabro juego con él. Esas primeras imágenes, sobre todo las del interior de la casa, sirven a Roth para enseñar el espacio familiar, íntimo, que luego será violentado, pero también, para convertirlas en una especie de leit motiv visual que el director repetirá hasta la saciedad, rebajando con ello la fuerza inicial, algo que se acaba traduciendo al resto de la puesta en escena, convencional y rutinaria. Dejando de lado que el metraje acaba siendo excesivo, no tanto por lo que cuenta sino más bien por la falta de ritmo con el que lo hace, el problema de Toc Toc reside residen en que no hay atmósfera, ni tensión ni inquietud. Todo parece obedecer más a una cuestión de lanzar un discurso –algo ya presente en su anterior película El infierno verde, porque ahora Roth parece querer convertirse en comentador social- que, al igual que esas imágenes repetidas, pierde fuerza en su enfatización constante.

    No obstante, comparando la película de Roth con la de Traynor, encontramos un cierto interés. La original, rodada en 1977 en el contexto de ese cine de terror de corte underground, de imagen sucia y descuidada, con un sentido caótico y anárquico de la narración, servía para construir un relato en el que la forma de vida del personaje interpretado por Seymour Cassel era cuestionada por dos jóvenes que parecían surgir de una tardía contracultura desquiciada al modo casi del clan Mason. La película se ajustaba a la perfección no solo a ciertas corrientes del terror coetáneo, sino que absorbía cierta atmósfera de malestar en la Norteamérica de los setenta. Roth, en cambio, toma la misma premisa para enfrentar a Evan con el miedo a ser acusado de pederasta y, por consiguiente, que su más que cómoda y bien amuebla vida sucumba por una noche de infidelidad. El juego que plantean las dos jóvenes –quienes se presume han sufrido abusos sexuales- viene a ser una suerte de terapia de choque en la que la víctima, en verdad, deviene culpable. Pero toda idea discursiva, bastante más endeble de lo que Roth intenta hacernos creer, queda en nada debido a una desarrollo, como decíamos, aburrido y, en muchas ocasiones, irrisorio.

    Porque, además, Toc Toc plantea otro grave problema: la película se asienta en tres personajes a los que ni Reeves, ni de Armas ni Lizzo (quizá la mejor de los tres, pero más que nada porque los otros dos apenas son capaces de hacer algo cercano a la interpretación) otorgan personalidad y fuerza, con momentos de verdadera risa debido a lo cercano que el trío se cuentra de la caricatura, surgida, eso sí, de su imposibilidad por crear algo creíble. Si a esto le sumamos todo lo demás, Toc Toc, a pesar de la aparente buena producción con la que cuenta, no es más que un simple y simplista juego en forma de película a la que no salva ni su pretendido humor negro ni las pretensiones discursivas, más que discutibles en su fondo así como en su forma, con las que Roth pretende ser más de lo que en realidad es como cineasta. Que es más bien poco por lo demostrado hasta el momento.

    Lo mejor: Monkey, el perro.

    Lo peor: El trío protagonista y todo lo demás.

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