Cuando una película viene "avalada" por una promoción tan descomunal y desorbitada, promovida por el medio audiovisual más poderoso de este país corre dos grandes peligros:
-1) Crea un status ficticio de obra maestra y de película imprescindible que cierto sector del público, un sector bastante grande, asume como verdad absoluta, incluso sin verla, y no tolera críticas de ningún tipo haciendo de la defensa del título su propia cruzada.
-2) Otro gran sector de renegados, de "gafapastas" de pro, de intelectualoides y de "haters" sólo por el hecho de llevar la contraria, de atacar al "sistema", o por pura pose, destroza la película en cuestión, y casi siempre sin ni siquiera verla.
Corre esos dos peligros sobre todo porque generalmente no es tal obra maestra, y el marketing llega hasta donde llega.
Por mi parte procuro estar por encima de ambas posturas y recurrir únicamente a mi propio criterio, aunque me cueste muchos disgustos, insultos, amenazas de muerte y bloqueos en redes sociales (esto último no es cierto,je,je).
Respecto a mi experiencia con la nueva entrega del tándem Bayona/Tele5...mejor voy dosificándolo.
- Primer visionado del tráiler: despierta mi interés. Después de 20 ó 30 visionados tengo más que serias dudas. La principal: me parece que el tráiler cuenta toda la película.
Temor confirmado: la película no aporta nada que no se vea ya en el avance.
- A pesar de todo, voy verla: esto es lo que me encuentro:
1) hay una historia interesante sobre la culpa, el dolor y la redención, sobre el sufrimiento y la aceptación...pero no se cuenta. O al menos no se cuenta bien. Patrick James guioniza su propia novela y eso suele acabar siempre en desastre: los escritores a escribir, los guionistas a guionizar.
El monstruo que viene a visitar al protagonista, bien puede hacerlo para contarle tres historias, hacerle la declaración de la renta, cortarle las uñas de los pies...o podría incluso ser Belén Esteban que viniera prepararle una paella con chorizo. Lo mismo da. lo único que importa es que el niño cuente su verdad, que por cierto, se sabe ya desde le primer momento.
Sólo al final del final recupera un poco de sentido la historia. El resto del tiempo, se va por los cerros de Úbeda y se pierde en detalles que no aportan nada y que generalmente buscan la lágrima fácil. Costumbre muy de bayona, por cierto.
2) unos personajes absolutamente planos, desprovistos de matices y casi de vida y con unas interpretaciones igualmente planas. Felicity Jones en especial. Duele ver a una Sigouney Weaver, a la que adoro, tan mal dirigida. Bayona hace recaer todo el peso interpretativo en el niño Lewis MacDougall, pero sin conseguir sacarle nada, más allá del enfado, la lágrima y la rabieta un tanto fingida. Ninguno me llega. Ninguno me transmite.
3) La dirección de Bayona es impersonal y a falta de un estilo propio, se pierde en adornos y excesos que emborronan la narración visual y dispersan la esencia de la historia. No, no me ha gustado ni el montaje ni. la dirección artística y mucho menos la dirección de fotografía, con un auténtico recital de movimientos mareantes e innecesarios, de esos que se hacen sólo porque se pueden hacer, y no porque deban hacerse. Poco queda de aquel ilusionante director de EL ORFANATO, que si bien ya apuntaba esta propensión al rococó y la grandilocuencia, le daba más relevancia a un guión bastante mejor escrito.
En definitiva, una película que busca desesperadamente parecer buena, aunque le importa un bledo no serlo.
Una película no de director, ni siquiera de productor, sino rendida a los caprichos de un gigante de la producción audiovisual que sólo busca un producto "idóneo" para colocar a un público, al que cuenta con manipular desde sus múltiples canales de distribución.
No hay intencionalidad de hacer buen cine, sólo buena caja.
No hay emoción , sólo sensiblería.
Insisto, sin toda esta parafernalia mediática, UN MONSTRUO VIENE A VERME sería una película mediana, incluso mediocre, medianamente disfrutable, que pasaría sin pena ni gloria, y que nadie recordaría al cabo de un mes (al igual que LO IMPOSIBLE). Un melodrama sensiblero, efectista e inofensivo de domingo por la tarde.
En mi caso no cumple ninguno de los tres objetivos que busco en el cine: ENTRETENER, SORPRENDER, EMOCIONAR.
Pero números mandan, y la taquilla más, así que nos quedan meses de oír hablar de las virtudes de este monstruo, para acabar cosechando unas cuantas (inmerecidas) estatuillas que llevan el nombre de ese genial pintor español un tanto sordo.
Pero no todo es negativo, ya que parte del capital para esta película lo hemos puesto todos a través del ministerio de cultura (y por partida doble cierta comunidad autónoma del Mediterráneo a través de su Generalidad), y si hace caja, al menos tendremos la sensación de haber invertido bien nuestros impuestos.
Quien no se consuela es porque no quiere.