Zonas de confort
por Paula Arantzazu RuizCiudades de papel es un relato iniciático peculiar, alejado de las narraciones épicas de misiones imposibles a las que nos lleva acostumbrando Hollywood de un tiempo a esta parte y cuyo mejor valor es, justo, ese tono medio que no aspira a salir de su zona de confort. Este empalagoso término, en creciente uso en películas del ámbito anglosajón teen, se repite constantemente en la adaptación a cargo de Jake Schreier (Un amigo para Frank, 2012) porque salir de esa zona es la misión que se propone el protagonista, el tímido Q (Natt Wolff), con tal de averiguar donde está la chica de la que está enamorado, la intrépida Margo Roth Spiegelman (Cara Delevigne), para demostrarle que él es distinto a los demás.
Lo que arranca, así, como una cinta para adolescentes de corte romántico continúa como una película de aventuras y de misterio (más o menos), una versión muy descafeinada de Cuenta conmigo (Rob Reiner, 1986), que llevará al protagonista y a su banda de amigos a un viaje que les descubrirá más sobre si mismos. Con algunas subrayadas referencias a la contracultura estadounidense (de Woody Guthrie a Walt Whitman o el mismo concepto de la road movie), Ciudades de papel al menos es honesta con sus personajes, sobre todo los masculinos, y el convencionalismo de clase media que ya forma parte de sus personalidades. Así, no escatima en enseñarlos abiertamente en esa etapa media en la que aún cantan las sintonías de sus dibujos animados favoritos ni en mostrarlos inmaduros y temerosos en comparación con las chicas que pueblan la película. También es cierto que el filme no obvia todos y cada uno de los clichés de este tipo de productos cinematográficos (la pérdida de la virginidad, el baile de promoción, la banda sonora intensa, los planos repletos de luz y emoción), pero sí es consecuente con los deseos los protagonistas y con sus maneras de ser. Feliz en su zona cómoda.
A favor: La camaradería entre la pandilla de amigos de Q.
En contra: Una banda sonora excesiva.