Opiniones sobre Paterson

No soy muy fan de Jim Jarmusch. Sin embargo, el cineasta de 'Sólo los amantes sobreviven' se deshace aquí de su petulancia y su abigarramiento habituales para contar una historia evocadora, íntima y, sobre todo, cotidiana. En ella entra de todo: la inseguridad personal, la belleza de los recuerdos que se evaporan con la almohada, los sueños, su realización y metamorfosis, la monotonía, la aspiración artística, el amor... En una era en la que priman la rapidez, el descontrol y el egoísmo, 'Paterson' es un 'rara avis' que merece ser visionado con un café caliente entre las manos; a un ritmo pausado y, a ser posible, en soledad.

Realmente muchas veces la opinión de la crítica y la opinión del público van por dos railes diferentes. En esta película en la que pasa muy poco, sobre la rutinaria vida que tenemos la mayoría (pero que precisamente por ello no es para que nos hagan una película), con un perro que pone las dosis de humor (un perro, si), con dos protagonistas que están bien en sus papeles, uno de conductor culto silencioso que compone poemas de la vida sólo para el (por miedo o por egoísmo?), y su pareja que no sale de casa, y está todo el día pintando la casa, haciendo cup cakes, y empezando a tocar la guitarra para ser una gran cantante de country. Película desde luego apta solo para una minoría de público (los críticos de cine.....).

En todos los ríos hay cascadas. Momentos en que todo se acelera y se mezcla para volver con oxígeno renovado a su cauce apacible y bien delimitado. Un salto de agua visto desde dentro parece el final de todo, el horizonte que se acaba para recomenzar unos metros más abajo después de unas buenas sacudidas. Este es el tramo de río que captura de forma magistral el director Jim Jarmusch consiguiendo esa magia del cine que llega a capturar el tiempo y mostrar también la esencia de la vida misma que trasciende aunque sea con una mirada personal y única. Una cinta que trasmite placidez y serenidad afrontando de cara y sin rodeos aquella pregunta reiterada en torno al sentido de la vida. La respuesta no existe, quizás vuela con el viento o quizás está en una libreta llena de páginas en blanco. (9,5 / 10)

El título programado hoy por el Chaplin es una interesante propuesta que contrapone lo prosaico de nuestra existencia (en la película un conductor de autobús), la monotonía de los días, frente a la poesía de cada día, la poderosa fuerza de las palabras, la lírica de los sentimientos como el motor de la persona, aunque los poemas se escriban en el agua, o hasta que sean destrozados por un perro. Poesía escrita on los fotogramas de nuestras vidas.

"Paterson" de Jim Jarmusch, protagonizado Adam Driver( aquel actor cristiano compañero de sufrimiento junto a Andrew Garfield en la cinta "Silence" de Scorseese) que lleva el mismo nombre la ciudad ( Paterson situada en Nueva Jersey)por donde traslada a sus pasajeros, pues es conductor de autobuses. Tiene como afición escribir en una libreta pequeña: la poesía de la calle, aquello que se le ocurre de su entorno que forma a partir de su mundo de imaginación. Las cosas más sencillas toman un lugar especial en su cerebro y en nuestra conciencia, por ejemplo, de una cajita de cerillas alcanza en el ideario del poeta conductor una proyección imaginaria maravillosa. De ahí, es capaz de llegar a la mujer amada con un cigarrillo en su boca. De tal manera, que cuando se deja llevar por la literatura se olvida de su vida y en su pensamiento es capaz de albergar otra vida de ficción de sensaciones que le producen tanta satisfacción como la realidad. Ver a un personaje de lo más corriente puede resultar, en algunos casos algo banal, pero en los ojos de nuestro personaje se trasforma como algo realmente gratificante, porque no deja de ser un reflejo de infinidad de vidas que se producen en cualquier lugar en que te encuentres y de alguna manera te ves proyectado.
La estructura de la cinta se secciona en todos los días de la semana: empieza el día con el despertar y un sueño de su mujer que se lo cuenta entre sonrisas; sigue con su trayecto al trabajo donde, para que las horas no se hagan agotadoras, monótonas e insufribles, deja volar su fantasía apuntando sus ocurrencias en un cuaderno. La monotonía de los días no se hace pesada ni menos aburrida por ser siempre igual, sino que siempre hay un matiz que te hace sonreír. Así se suceden los días sin cesar: despertarse sin necesidad de despertador ( se mantiene al margen de las tecnologías, no tiene móvil ni nada que se le parezca, considera que no son necesarios, ni siquiera para una urgencia, pues se le avería el autobús y siempre hay alguien presto a dejarle el teléfono), desayuno, conducir el autobús, sacar el perro a mear y copa de cerveza en la cantina, pero siempre hay anécdotas intercaladas. La cámara se detiene en las cosas más simples, pero con ello apreciamos y le damos valor a la sencillez que nos rodea. Las cosas sencillas toman un poder especial porque el protagonista mantiene un contacto con ellas y te las enseña, las descubre en un mundo donde lo que es pequeño e insignificante no tiene cabida y sobra. No deja de ser una comparación con su propia vida que por muy sencilla que sea es la que él mismo le ha tocado vivir y para él es la mejor del mundo. Paterson realiza las tareas diarias que pueden ser de lo más rutinarias; conducir su autobús, oír las conversaciones de los pasajeros, y llegan al final del día para pasear su perro por la calle para finalizar con una cena con tu esposa. Mientras conduce va creando la poesía de su propia vida. Las escenas se van repitiendo como por ejemplo sucede con el poste de las cartas que siempre está torcido y ha de enderezarlo y clavarlo más con el tacón del pie. Todo se repite como un ritual diario. Sin embargo, por muy monótono que parezca todo, el tipo se siente satisfecho, ni siquiera se inmutará ante los problemas que se le arremolinan a su alrededor, y menos si le ocurren a él mismo, pues no merece la pena preocuparse demasiado. En definitiva, estamos ante un tipo que no se altera de nada y parece estar al margen del mal rollo que impera en el personal de nuestros días. Lo sencillo se agranda hasta conseguir llenar las pulsaciones de la propia vida, lo que ocurre a tu alrededor toma vida propia como un ente salido de sus entrañas. Una película que te llena.

Lo último del cineasta de culto Jim Jarmusch (acceder a su extensa filmografía desde esta misma página si se quiere),
es esta tranquila, reposada, poética e hipnotizante película del más independiente Hollywood y que retrata la rutinaria
vida de una pareja enamorada (ver sinopsis, también aquí). Él, conductor de autobús; ella, diseñadora de creaciones
en blanco y negro. Advertencia: no gustará a todas las personas, ojo. .LÍRICA. .2 sobre 5. ..PICARD..

Paterson de Jim Jarmusch (2016

Habrá espectadores que echaran pestes de este film y habrá espectadores que dirán maravillas del mismo, serán los extremos que marcan dos formas de ver el cine o dos formas que explican los motivos por los que nos acercamos al mismo.
El que busca entretenimiento, emoción, embeberse por unos momentos en una historia ajena para poder olvidarse de la propia encontrará esta película aburrida, lenta, repetitiva y no entenderá que se pueda hacer este cine. Bueno, tiene su lógica.
El que contempla el cine como una actividad artística y que por lo tanto tiene una visión, no ya más amplia, si no ilimitada de lo que puede esperar de una proyección y que por lo tanto casi con toda seguridad se ha acercado a este film de Jim Jarmusch sabiendo o sospechando lo que podría encontrar, a buen seguro que habrá salido de su contemplación satisfecho y admirado de cómo un cineasta como Jarmusch cuente lo que cuente mantiene las características que han hecho que su cine tenga un estilo, un ritmo y unos contenidos muy determinados. El cine de Jarmusch es el cine de Jarmusch. No siempre te tienen que gustar sus películas, no siempre te tienen que interesar pero siempre te ofrece otra visión. Yo tuve que ver unas cuantas veces para apreciar en todo su valor, Dead Man. Me acuerdo que la primera vez salí desorientado. Había visto una película del Oeste americano que no se parecía a ninguna otra película del Oeste y no sabía decir si me había gustado o me había parecido una gansada, pero ahí había algo. En las posteriores visiones me he divertido un montón y he disfrutado de cada aventura, de cada peripecia del protagonista, de la magnífica música de Neil Young y sin problemas me he acoplado a ese ritmo tan personal de Jarmusch a la hora de contar historias.
Así pues no me ha sorprendido casi nada de este homenaje más que a la ciudad de Paterson, más que a William Carlos Williams, a la poesía que si se mira bien se puede ver en cada rincón, en cada instante de nuestra rutinaria vida.
Seguimos las idas y venidas de nuestro conductor de autobús a través de enfoques de cámaras fijas que articulan una realidad que siempre está ahí, insoslayable. Medida y nombrada en cada segundo, encuadrada en esos días de la semana que van pasando inapelablemente. Asistimos a las peripecias habituales de los personajes que nos muestra el director, que bajan y suben del autobús, que toman una “última” en el bar de costumbre, que se enamoran y discuten. Es el día a día. La realidad plomiza de una ciudad cualquiera.
Pero ahí está la poesía que nuestro protagonista extrae de todo lo que le rodea, una poesía, actividad catártica, que le permite soslayar toda intrusión de la realidad en su existencia y encararla armado hasta los dientes con su visión particular, fruto de su sensibilidad, que allí donde su compañera, embebida en sus aficiones y su ambiciones, pierde los nervios, él, aún teniendo más motivos, se muestra calmado, como anestesiado por lo poético que le parece todo.
William Carlos Williams lo explicó en su obra “Paterson” y Jim Jarmusch lo ha hecho en su película. Qué duda cabe que con el primero del primero se había adelantado mucho pero es indiscutible que otro director diferente de Jarmusch quizás no habría podido con el empeño. Porque para hacerlo de manera tan inspirada hay que creer en ello. Y Jim Jarmusch lo cree. Y se nota. No hace falta decir más.
Basta con el ¡Ajá! que dice el japonés en la escena final y que nuestro protagonista no tiene más remedio que admitir.
¡Ah! Y no hay que odiar al perro, se limita a hacer su papel. Como la realidad.

Una película serena i madura que nos enseña la vida cotidiana de un modo que pocas veces tenemos tiempo a verla.
Una historia simple, pintada con trazos artísticos por sus personajes que nos gratifican la vista y el oído a través de los versos. El carácter afable, cálido, tranquilo y delicado de Paterson nos engancha a la simplicidad (sin móviles ni televisión a la vista). La recomiendo si quieres un masaje relajante en forma de película ante tu estrés semanal.