En Broadway
por Xavi Sánchez PonsMuchas esperanzas había puestas en esta re-imaginación de La bella y la bestia. La cinta de dibujos es una obra maestra absoluta: el primer filme de animación que estuvo nominado a Mejor Película con los de acción real. Y, en su momento, confirmó la segunda era dorada de la producción animada de Disney. De ahí que la empresa fuera grande. Más aun viendo los excelentes resultados de las nuevas versiones de La cenicienta y El libro de la selva. Pues bien, a pesar de que esta nueva relectura quede algo lejos del original y un escalón por debajo de los dos títulos citados, Bill Condon ha aguantado el tipo al proponer una nueva versión de la historia que convierte la función en un vistoso musical de Broadway que, en el camino, ha perdido algo de calidez y emoción. Y es que si La bella y la bestia de Gary Trousdale y Kirk Wise era capaz de mantener intacto el espíritu del cuento de hadas escrito por Gabrielle-Suzanne Barbot de Villeneuve releyéndolo en clave de drama romántico fantastique, Condon se queda en la superficie ofreciendo un disfrutable y vistoso espectáculo que, sin lugar a dudas, presenta algunos de los mejores números musicales vistos recientemente en el cine. Un par de ejemplos: el que protagonizan Gaston (Luke Evans) y LeFou (Josh Gad), un homenaje festivo al Stanley Donen de Siete novias para siete hermanos; o el coreografiado al ritmo de la icónica canción “Be Our Guest” que, en un crescendo alucinante, es capaz de unir a la Esther Williams de Escuela de sirenas con la concepción caleidoscópica del musical de Busby Berkeley.
Esta nueva versión de La bella y la bestia en imagen real –bueno, eso es un decir; como pasaba en La cenicienta y El libro de la selva, el CGI aquí es generoso-, tiene en su excesiva duración uno de sus talones de Aquiles; un chute de Botox innecesario que no mejora la belleza del original y que puede acabar aturdiendo. Ahora bien, a pesar de no haber conseguido el milagro de revivir el espíritu del original y de su gigantismo, la película de Condon aporta un par de escenas importantísimas en el imaginario moderno de Disney: Belle (una Emma Watson no muy bien dirigida) sacándose de encima en dos ocasiones, y de forma literal, el vestido de princesa, reforzando así el carácter independiente del personaje. Algo, por cierto, esbozado ya con anterioridad en su alter ego dibujado. Disney diciendo adiós, felizmente -como pasaba en las aventuras animadas de Frozen: El reino del hielo, Vaiana o Zootrópolis- a las protagonistas femeninas desvalidas y estereotipadas que no son dueñas de su destino. Bravo.
¡Ah! Donde no se atreve a romper de golpe tantos tabús Disney es la inclusión del primer personaje gay visto en una de sus producciones. El LeFou de Josh Gad pasará a la historia por ese motivo, y desde luego hay que celebrar que la productora de visibilidad a la comunidad LGTB –algo, por otro lado, que debería haberse naturalizado hace mucho tiempo-, pero esperábamos algo más atrevido que un simple baile o unas miradas.
A favor: los números musicales y como rompe los estereotipos de la princesa Disney.
En contra: una desdibujada Emma Watson, y que el espectáculo se anteponga, casi todas las veces, a la emoción.