"Jauja", un disfrazado y perverso "jajaja" del responsable de este sedante bodrio.
En busca de su hija Viggo Mortensen, capitaneando todas las somníferas escenas, cuyas instrucciones al uso fueron monta y cabalga, con parada intermitente para observar el paisaje y, de nuevo a la ruta, camino cuyo propósito y sentido sólo tenía en mente Lisandro Alonso; para el resto de cabezas, un a-verlas-venir según comunicado pertinente del director laureado, vete tú a saber por qué ¡dado lo visto!
Mientras el espectador, con esa curiosidad inicial de grato impacto por la novedad de presentación y rodaje, va perdiendo fuelle al comprobar que, toda su belleza estética de planos cuidados y meticulosa fotografía, no pueden mantener su esperado interés intacto y a buen recaudo pues es brutalmente aplastado por el hermetismo hablado, por la escenografía estática, sin aporte de inspirador mensaje, y por un observar la inmensidad bella del paisaje no ratificada por la presencia necesaria del hombre.
Porque, sinceramente, sobran los actores, para una aportación de tal insignifcancia y levedad, mejor nos ahorramos su presencia y disfrutamos de la hermosa naturaleza, historia que no narra, relato que no cuenta, sólo ofrece planos meticulosos y concisos llenos de vaguedad argumental y diálogo anoréxico dado el pobre equipaje e inútil alimento aportado, cuyo bagaje final es un hastiado narcótico que anestesia sin compasión.
No creo que fuera complicado el rodaje pues no hay personaje que confeccionar, sólo vestirse y seguir los ópacos mandatos de quien idea tal tostón visual porque, inevitablemente, vas a ceder, tus sentidos abandonarán aún a pesar del intento de capturar sombra alguna que aporte riqueza cognitiva ya que, toda la sorpresa de indicio en tan curioso escaparate, deja de llamar tu atención al no aportar nutrientes que valgan el esfuerzo; no puedes vivir 101 minutos de delicosa imagen de contenido hueco, vacío pragmático de nulidad lingüística que abofetea tu pesquisa de sabor, vapulea esa angosta búsqueda de un ínfimo deleite que sacie y, aniquila tus esperanzas de hallar esa gloria magnificada que la crítica escribe y sentencia, rotundidad que vienen a confirmar, una vez más, cuán separados están ambos, el ansioso espectador que desespera al no recibir gratitud alguna y, el avispado escritor que sabe cómo ganarse su sueldo porque, al igual que pasa al leer las recomendaciones sobre la lectura de un libro, aquí hay amiguismo, favoritismo y doble lectura pues, en caso contrario, no se entienden las alabanzas a este gigante padre, en lucha con la salvaje natura, para recuperar a su descendiente ida.
¿Has leído la sinopsis?, pues quédate con ella que aporta más información y motivación que la cinta entera, desaborido ocaso que se hace eterno ante una mirada que ya no disfruta con el condimento recibido pues, su hermano oído y demás miembros de la familia, están famélicos, aburridos y hartos de este lánguido desfile que ni dice nada, ni comparte algo ni va a sitio alguno, un vagabundeo emocional que apalsta y satura, sin pretenderlo, pero con ganas efectivas.
Exasperante conforme rueda y se acerca su desenlance, donde se saca un conejo de la chistera para despertar a la moribunda audiencia, cambio de registro para interpretación metafísica al gusto de quien todavía tenga ánimo de prestarse a participar en su particular noria de vueltas incesantes hasta desfallecer, con esa inquietante interrogativa "¿qué hace que una vida funcione y siga adelante?", y la rotundidad de ese "no lo se" expresado con magnífica sinceridad por un protagonista tan perdido y devastado como su público.
"Cuando él no entiende algo se rasguña, irrita y hace daño", no llego a tal radicalismo pero, con tristeza se admite y concluye que, la presente cinta no merece el tiempo que le dediques, nubla tus ideas, seca el pensamiento, amén de la pesadez arrepentida por haberla escogida entre las disponibles opciones; obtusa estancia que paraliza al espíritu más emprendedor y estanca al más entusiasta, cuya mayor tragedia es el derrumbe del optimismo e ilusión con la que acudes a su visión.
"El corazón del hombre necesita creer algo y cree mentiras a falta de verdades", me creí la magneficiencia de este relato, la lustrosa escritura sobre ella manifestada, su inmensidad artística por expertos certificada y...¡qué triste decepción es la que estoy viviendo hoy! pues "triste decepción es ilusionarse con el corazón, de lo superfluo y sin razón", y he aquí un magistral ejemplo.
Atora el cerebro.