“Porque no puedes tener lo que tienen ellos”
“¿Soy una mala persona?”, ¿soy una mala persona al desear la infelicidad de los que me rodean, al repartir desdicha entre quienes se preocupan, al arrastrar a mi angustioso pozo a quien incondicionalmente me ama?
La pena repartida escuece un poco menos, el dolor en el ojo ajeno alivia el propio, el mal deseado consuela el padecido; sufrimiento llevado en silencio y amargura, con esa terrible desgana que te lleva a desfallecer en cada momento, a cada pulso, a morir viviendo sabiendo que lo ansiado está fuera de toda duda, inalcanzable bendición que destruye lo conocido, arroya la persona y mata agónicamente el alma, pues se resiste a aceptar y superar lo que la vida le niega.
Las vueltas que da un matrimonio, desde la dicha de inicio hasta ese devenir que dicta el destino, giro inesperado cuyo afronte marca quién se es ahora y a dónde se irá en breve ya que, quiénes fueron es algo ya perdido y repudiado.
La escritura y dirección de Angelina Jolie es pausada, sosegada y discreta, lo dice todo sin apenas expresar nada, quita importancia a las palabras para que la reina se la imagen, lenta, artificial y minuciosa, en ese cómodo y avenido dueto que forma con su marido, gran apoyo en todo momento.
La estrella es la fotografía, el horizonte y sus espléndidos paisajes, destaca y deslumbra a cada toma, lidera cada escena como magistral dama, bella, cuidada, mimada y engalanada para brillar como única, como la mejor soberana dentro de esa apagada estancia cuya tensión permanece encubierta, que se mueve poco, que toma la paciencia y el regodeo como armas precisas de ese secreto de vida de no volverse loco con la decepción y desidia y que preside la pompa desunión de lo que, en su gran esplendor fue unidad perfecta.
Ella se ahoga en pastillas, él se sumerge en alcohol, el tiempo transcurre en letanía y su cargante monotonía, a ninguna parte, se ve interrumpida por una extrapolada observación de un experimentado pasado, ya ido, y un martirizador presente que se sufre con decoro y esperanza de mejoría, gracias a una vecina pareja que muestra lo tenido, lo perdido, lo sentido, lo abandonado, lo ilusionado, lo desahuciado.
Su amado Brad Pitt como marido de réplica que le hace un gran favor al acaparar, nutrir y redondear los detallados fotogramas, cuando la presencia mustia de la protagonista no da para tanto interés y encuentro de motivación como ella espera; su devenir busca la intuición y colaboración de la audiencia, en su no revelado misterio y en el mezquino juego traído entre manos, un voyeurista entramado que permite abrir las puertas de ese infierno, bajo llave, que encierra en sus entrañas.
Drama que busca contundencia dentro de su finura de formas, solidez entre una elitista elegancia que vive del esmerado exterior cuando su decaída esencia se alarga en demasía; la tragedia se palpa, el conflicto se espera, la separación anímica es obvia, la destrucción coronaria es rotundidad ciega y todo se centra, puede que en exceso, en esa representación majestuosa, de maravillosa estampa, que lidera la dejadez, en ese deleite visual de perfeccionada ilustración e imágenes exquisitas.
Con todo no pierdes atención, vas cogiendo hilo y fuelle a ese tempo sosegado y espacioso por el que opta para contar y describir la situación; relato de devorados sentimientos y emociones furtivas que surgen, se esconden, vuelven a irrumpir y nunca se sabe cuándo cesarán en su empeño de odio y destrucción del otro para caer, al unísono, uno mismo, en ese provocado suicidio cuando la realidad no se disfruta, cuando uno no se gusta y aborrece a quien la trata con aguante y cariño.
Apartar la sonrisa, ignorar la alegría, despreciar el bienestar, “resistirse a la felicidad” pues se conoce al dedillo la mediocridad, sufrimiento, llanto y tristeza que transmite el inacabable desconsuelo.
Mucho se ha criticado el presente trabajo, desde la tachadura de pretenciosa y esnob a cargante y tediosa; exageraciones extremistas que sacuden a la actriz por su atrevimiento de coger el mando de la cámara con un texto de su puño y letra; la predisposición a sancionar cada vista hermosa de esta asfixiante habitación, trampa improvista, con salida de escape si se osa tener la valentía de una sinceridad demoledora, es obvia dada la contundente ferocidad expresada.
La cinta es para público escogido y tiende claramente a un montaje y modus operandis europeo pero, es en su languidez e inmovilidad, en su estática apatía donde muestra el núcleo de ese desorden lacónico que no permite avanzar y que les mantiene arruinados y estancados emocionalmente; exterminio cuyo parásito radial necesita de esa pesadumbre, rutina y circularidad para mostrar sus cartas.
Será tuya si aprecias lo que se percibe pero no expresa, lo que se adivina pero no confirma, lo que se sospecha pero no manifiesta; tu templanza se verá compensada con una asimilación resignada y doliente, si sabes esperar a que ella te abra su alma cuando esté preparada, siendo tu entendimiento y frustración quien acompañen al escritor compañero en su martirio y perseverancia.
Están frente al mar, asumiendo una implacable tragedia que tú sientes con ellos; más que válido intento de exhibir el devenir de una pareja en su crisis, desilusión y tormento.
Lo mejor; su hermosa y apreciada imagen
Lo peor; no saber degustar su necesaria letanía desdichada.
Nota 6,2