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    Victoria
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    Lourdes L.
    Lourdes L.

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    3,0
    Publicada el 12 de diciembre de 2015
    Una estúpida noche, más que interesante.

    Empezamos por una calma que aventura la tormenta y desgracia que se cierne sobre la protagonista para, superada la tensión de ese encuentro imprevisto y atrevido en el que osa adentrarse, relajar a la audiencia con una exhibición de ligoteo juvenil, entre extranjera ávida de compañía y local deseoso de sacar tajada a la ocasión presentada, un “Antes del amanecer” poco instructivo y algo torpe, parte de la ingenuidad de quienes se mueven por instinto no manifiesto, pero obvio en sus intenciones.
    Y este perpetuo plano, ininterrumpido e incesante que se mantendrá fijo y firme durante todos sus 140 minutos, da un giro radical para presentar el desmadre de ir en busca de la juerga perdida, de ser traviesa furtiva en desesperada demanda de experiencias al límite, aunque ello incluya drogas, una pistola, muertos, el pago de una deuda ajena y la locura de decir desvariadamente que si a todo sin pestañear, vacilar ni dudar.
    Realidad nocturna de jóvenes alocados, imprevisibles e idos, junto a solitaria muchacha que busca contacto humano y relación de cualquier tipo, veracidad ambiental para quien se sumerge en un submundo peligroso y desconocido, cuando sólo pretendía un beso y la programada cita para un próximo día, asumida fotografía que se palpa con la consistencia de ser fiel y honesta al transnochador contexto por donde circula, arropada por un guión que parece jugar a la adivinanza con el vidente para que acierte qué es lo que éste ofrece, pues le lleva de la mano, con apresada atención e interrogación incesante de qué diablos hace esta inocente muchacha, pueril en exceso, y con esa turbia amenaza de ser una jugadora novata a inexperta que quiere degustar y probar todos los platos que la noche le aporte, pues hasta ahora su posición era de observadora no participante.
    El argumento provoca curiosidad, te cautiva a penetrar e indagar en su recorrido, a seguir su caótico destino de tres horas cuyos giros van de lado a lado inconexo y perplejo, como lanzadas bolas de billar que, según el taco golpee, cambian radicalmente su posición para bailar nuevo tango y buscar diferente propósito.
    Del candor e inconsciencia de una simpática noche, a la inseguridad y aventura de un devenir que se mueve por golpes de frustrada comunicación y mentiras disfrazadas de endulzadas medio verdades, naturalidad para una contingencia que se escapa de las manos, que interesa, motiva aunque tampoco absorbe completamente tu consciente, es más espionaje y fisgoneo de qué dispone Sebastian Schipper, en su azaroso caminar, que verdadero acicate y estímulo pleno de haber dado en el clavo para hipnotizar la mente y espíritu del que observa aunque, cierto es que, el susodicho sigue sin desviar la mirada.
    El gusto por lo anónimo, por lo oculto, aún no descifrado, te mantiene pendiente de sus pasos y vuelo, esa enajenación de conformado cuadro que, en todo momento parece vaya a explosionar y romperse hiriendo a su componente más virginal y recatada, que tiene imponente prisa y ardor por cubrir su falta de experiencia, con exacerbada y espontánea decisión imprudente que nada bueno pueden traer al cuerpo y el alma.
    No es estrés ni inquietud lo que se aspira y absorbe, es merodeo de conocer el resultado de un insensato conjunto de acontecimientos que, por lógica, deben salirse de madre y, es por ese desorden y desquicio que estás al pie de la calle y al filo de la noticia, para no perder resquicio de como devendrán estos malavenidos sucesos, cuya odisea va a mayor despropósito.
    Dejemoslo en frenesí de una generación sin rumbo, que da tumbos hasta encontrar su ahorcado destino; el tan alabado formato de realización se aprecia y estima, al igual que su principal actriz, pues ambos ensalzan un guión no muy elaborado, más bien modesto y flojo.
    Victoria, decepcionada de su vida, viene de una amarga personal derrota, pero por fin alguien le habla, hace caso e invita a pasar una fantástica velada, no importa quién, dónde ni cómo sea, está activa, sonriendo, viviendo la noche, libre y autónoma, para por nunca más poder olvidar esos atropellados 180 minutos que se cruzaron en su aburrido camino.
    Lo mejor, la elección de rodaje y presentación.
    Lo peor, su argumento no está a la altura de su confección y verificación
    Nota 6
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