Opulencia Sustancial, Magra Entidad
Es patente que con el trascurrir de los años se trasfigura nuestra esfera y nuestra manera de observar la vida se acopla a las actualizaciones presentadas. La década de los 90 trajo consigo una gama de parábolas y personalidades cinematográficas con meras intenciones presupuestarias, empero, dichos productos construyeron la niñez y mocedad de hombres y mujeres que se estremecían con una mixtura de dislates y bobería ataviada con botargas risibles. En simultáneo, estos instauraron los cimientos de la cultura popular contemporánea por medio de determinados patrones y manifestaciones artísticas y comerciales. Haim Saban, CEO de Saban Capital Group, creó, elaboró y distribuyó un show encaminado a los jóvenes con el ampuloso título “Mighty Morphin Power Rangers”, serie que se basó en la saga japonesa “Super Sentai Series” y que ganó un éxito increíble no solamente en tierras angloparlantes, sino alrededor de todo el mundo, adquiriendo el status de icono popular. Posterior, llegaron dos tandas más de episodios y dos producciones audiovisuales que atizaron el fervoroso aprecio hacia el quinteto de adolescentes celadores que luchaban en Japón pero residían en Estados Unidos. Hoy, Dean Israelite presenta la tercera en la franquicia, la cual es una reforma que alimenta el ocio americano de crear modernizaciones de filmes que generaron cierto impacto en épocas pasadas, solo que esta vez, curiosamente, se invierte el proceso: los gráficos de 2017 no son la más importante renovación en la historia, es el tratamiento y la concepción de los efebos personajes lo que destaca en pantalla, en donde las secuencias de acción y aventura, por las cuales la gran mayoría de ávidos espectadores asistían al teatro adicionándole una dosis de pura nostalgia entorno a la serie y filme original, se sitúan en la antepenúltima posición por orden de importancia, anómala afirmación teniendo en mente las predilecciones cinemáticas de Hollywood.
Primeramente y ante todo, el peso de transformar un concepto visualmente caricaturesco en una trama interesante y coherente cae en su guionista John Gatins, quien innegablemente es un gran admirador de los héroes de Saban. Gatins no se libra de inducir estereotipados perfiles a los protagonistas, pero si se libra de enseñarlos de manera metódica y mema, él proporciona roles bosquejados a los interpretes indicados, adicionalmente, guarda una sorprendente fidelidad dejando intactos los órganos básicos y alguno que otro pequeño gran detalle como el preludio que liga a esta actualización con la original delirantemente. Es una pena que esa armonía feroz y bélica de su prólogo no se inyecte a todo el metraje, el luengo lapso recorrido hasta el encuentro oficial del equipo y la confrontación final defraudara a la muchedumbre consumidora, pero encantara medidamente a el cinéfilo que se entusiasma con el tratamiento de cada uno de los cinco jóvenes, puntualizando con ahínco a Jason, Billy y Kimberly. Las variadas situaciones que inserta tanto en el exterior como el interior de los personajes, que tienen como fin desvelar quiénes son y para qué sirven como seres humanos, son conocidas pero aceptables, y en determinados instantes disfrutables tal como la escena de la fogata o en las que se evidencia las capacidades del zagal cast, no en hinchados efectos o giros de trama, circunstancias en donde el alma esta monda y los oídos bien abiertos. La homosexualidad-inusitado en el género-, el afecto hacia la familia-un poco más conocido en el género-, el chico nerd que suelta pushlines cómicamente absurdos-muy, muy vistos en el género-, son algunas de las cuestiones que el largometraje aborda con limpieza y respeto, es más, pareciese que esta cinta de orígenes se enfocara netamente en formular claramente las posiciones y las personalidades de los héroes con solidez (rememorando a “The Breakfast Club”), suscitando preocupación si se quiebran un hueso, para así, según los planes de Lionsgate, compañía que perdió su franquicia hacedera de dinero (“The Hunger Games”), empalmar con incluso seis películas más. Aunque palidece comparándola con las cintas de su clase en escenas de acción, descolla y predomina exponiendo mejoras como el presentar sin tabús ni tópicos la homosexualidad, el no trazar un amorío imposible entre sus dos protagonistas o el no incorporar golpes y chispas cada tres segundos, el filme así como ofrece, quita, pero se le reconoce una adecuada presentación a los nuevos salvadores del planeta.
En segundo lugar, le película cae en los hombros de Dean Israelite, director no muy frecuentado como para contratarlo para un blockbuster millonario de tal calibre, pero sí perito en el tono desenfadado gracias a su jabato y atractivo trabajo previo “Project Almanc”, en el cual trabajaría por primera vez con un cast predominantemente juvenil. A lo mejor, Lionsgate realizo este fichaje como aliciente, con el fin de que el cineasta proporcionara a la idea parte del tono y forma de la historia de los viajes a atreves del tiempo. Está claro, Israelite no posee la acuidad requerida para plasmar con garbo y sutileza las secuencias claves de acción, por lo tanto, da prioridad a los personajes, lo cual es una adecuada determinación. Sin embargo, en el momento en que te responsabilizas en sacar adelante un mega-proyecto, debes liderar cada mínima tarea con tacto acertado. Los cambios de velocidad en ciertos planos, las tomas con cámara en mano y los cortes rápidos vuelve inteligible y poco disfrutable lo que debería ser disfrutable; los efectos visuales son decentes y los nuevos diseños de los trajes, los Zords y los Megazords no están del todo mal, una miscelánea entre la armadura de Iron Man y los personajes originales que brinda el tono cool que la historia se merece.
En tercer lugar y no menos importante está el heterogéneo casting. Israelite y su equipo se tomaron su tiempo para hallar a los interpretes propicios, y los encontraron. Optaron, gracias a Dios, por no seleccionar a la estereotipada superestrella rubicunda de comedia ni al galán membrudo de acción americana, son rostros favorablemente desconocidos los elegidos, desconocidos pero con mucho talento por explotar. Dacre Montgomery, Naomi Scott, RJ Cyler, Ludi Lin y Becky G. son oficialmente los nuevos Power Rangers, aquellos que podrían ser los iconos populares de la generación post-milenio, aunque es un futuro incierto, ya que Marvel y DC monopolizan el sector en la actualidad. Además de los recién llegados y sus laboriosas actuaciones, son únicamente dos grandes estrellas las que se inmiscuyen dentro del novicio reparto: Elizabeth Banks, intentando reemplazar a la nueva Teffie de “The Hunger Games” y Bryan Cranston, quien ejecuta un fascinante prologo pero una agridulce aparición en un muro. Banks encarna a la villana de la función, Rita Repulsa (quien anteriormente era la Ranger Verde), su actuación encuentra su punto de quiebre en la sobreactuación, la ridiculez y el temor, no obstante, a fin de cuentas, creemos de verdad que es la antagonista (pasemos por alto el incongruente product emplacement).
Todo el mundo temía con qué podría hacer Dean Israelite, quien podía destrozar una franquicia y un icono pop en pedacitos con el fuego de sus ambiciones, o bien podía expandir el radar y conseguir un puñado más de fanáticos que soporten la invención de más aventuras con el equipo de Saban. El director se emplaza en mitad de la bifurcación. Visualmente no aprovecha todas sus posibilidades, viéndose lacrada con severidad por las mareantes escenas frenéticas, empero, podemos afirmar que el campo de los personajes está tan bien bosquejado como presentado, introducidos con éxito, abriendo la puerta a un par de dosis más de Morphin’ Time. Con dos escenas que me resultan inolvidables (la toma secuencia dentro del auto de Jason y la conversación grupal enfrente de la fogata) y unos interesantes nuevos Rangers, “Power Rangers” de Dean Israelite no es el producto palomero hueco que esperábamos, sin embargo, tampoco es lo que no estábamos deseando; una superproducción que incide en ciertos detalles con lo que falló en “F4ntastic” de Fox en 2015, pero que sorprendentemente otorga el protagonismo a quienes realmente les pertenece, los héroes.