Pelicula usa del 2017, de una duracion de 103 minutos, con una valoración de 7/10, bajo la dirección de Mike Flanagan y guión de Jeff Homard, con un presupuesto de 70.000, una adaptación de Stephen King de 1992.
Ante el escollo de superar en una producción limitada por el espacio y la trama es el ritmo, Mike Flanagan consigue dotar de poder y tensión este monólogo interior entre las cuatro paredes de una habitación con una interesante economía de planos. Se puede oresagiar que el ritmo cayese por su propio peso, y quizás también esperaba un mayor esfuerzo por transmitir lo claustrofóbica de la situación, pero el juego de estereotipados terrores consiguen suplirlos.
El origen del mal podemos destacar un esfuerzo por crear un universo estético concreto que sirva para potenciar la oscuridad de la trama. No consigue, por contra, salvar la escasez de opciones con las que presenta la historia y, aunque la reducción de peso psicológico respecto a la novela original era obligatoria, puede caer en el saco del aburrimiento en lo visual.
Esto me lleva a hablar directamente de su resolución, guiada durante unos minutos que se pueden hacer eternos por una voz en off que respeta al detalle el original. Unos aplaudirán esa referencia inequívoca al lector, pero otros se toparán con un clímax suave. Salvar la previsibilidad de dicha resolución podía ser un objetivo complicado, pero todo el trabajo estético que potenciaba la sensación opresora y terrorífica de ciertos pases del monólogo interior podrían haber ofrecido una solución que no tirase por tierra todo el suspense previo.
Un monólogo intimista con actuaciones notables. El largometraje cuenta la historia de una mujer, Jessie (Carla Gugino), que se va de escapada con su marido Gerald (Bruce Greenwood) a la típica casita de ensueño en el bosque con el objetivo de salvar su matrimonio, pero enfocadas a un aspecto concreto y vital de la relación: el sexo. La pareja va convencida, o al menos, eso cree Gerald, de que un juego de dominación puede reabrir las puertas del deseo en casa. Después de introducirnos breve, pero meticulosamente, el carácter de ambos personajes en su interacción con un perro abandonado en la carretera, comienza el juego. Jessie es esposada a la cama, pero pronto descubre que los grilletes que la atan físicamente ya la habían atado psicológicamente. Tras una discusión con cura de realidad incluida, Gerald sufre un infarto y muere súbitamente junto a su mujer.
El argumento es lo suficientemente potente como para llevar la historia en vías radicalmente diferentes, pero King optó en su versión original por dar rienda suelta a una narración intimista, catártica y reflexiva que Mike Flanagan ha sabido plasmar con solvencia en la adaptación... con los mismos defectos. La supervivencia es el objetivo natural, como el propio Cujo el cánido abandonado que tan bien funciona como metáfora en la narración y como guiño a su propio trabajo que nos demuestra a lo largo del metraje, pero más allá de los límites físicos. Jessie arrancará un monólogo interior en el que redescubre la fuente de sus miedos y la razón de su inocencia atrapada, plasmado con gracia por parte de su intérprete, pero a medida que la trama avanza su interpretación va in crescendo hasta convertirse en un vehículo perfecto con el que trasladarnos a su gran dolor exitencial.
El mérito de sus protagonistas reside en saber convertirse en hojas de doble cara, pues durante la locura y la desesperación de Jessie, comienza a charlar con su propio subconsciente representado a través de las figuras de su propio marido y ella misma. Su marido es todo aquello que se niega a ver. Es la dominación, el miedo y la inseguridad que han gobernado su vida. El espíritu de ella sin embargo, es el león enjaulado que tiene la determinación suficiente como para superar todos los obstáculos que se pongan delante. Es firme, paciente, sabia y segura. Del ganador de ese duelo dependerá la resolución final, y es por ello que las interpretaciones, una vez más, de Carla Gugino en esa segunda vertiente tan drásticamente diferenciada y de Bruce Greenwood como el implacable marido que jamás había querido reconocer, son trascendentales para dotar de poder la evolución del personaje.
El original de Stephen King abusaba de retorcer la cuestión psicológica hasta límites insospechados, y si bien tenemos una paseo más edulcorado en la versión fílmica, ésta no es lo suficientemente atractiva. El monólogo interior, detonado por los fantasmas del pasado de Jessie, resulta particularmente poco creativo. Hay un único elemento que podía dar una vuelta de tuerca a la simplicidad de esa premisa desarrollada y es el de la figura del "hombre pálido", pero su tratamiento prácticamente de soslayo se convierte en una anécdota, que de hecho resta fuerza a la resolución final.
Tenemos una trama que se presenta sencilla y que termina desembocando en una aventura personal con cierta complejidad psicológica. Stephen King es un maestro en el arte del terror y la historia, como no podía ser de otra forma, tiene trazos oscuros perfectamente plasmados a través de la iconografía y la estética de la película. Las escenas del eclipse con su dominante roja, las referencias a las diferentes subtramas que se conjugan en un flashback orquestado con conocimiento de causa y las cuidadas interpretaciones de sus protagonistas que repetiré hasta la saciedad que se convierten en el eje central de la película.