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    Corazón silencioso
    Críticas
    3,0
    Entretenida
    Corazón silencioso

    Certezas e inquietudes

    por Quim Casas

    Quizá no era mucho lo que podía esperarse de Bille August. Los caminos que traza el cine contemporáneo ya tienen poco que ver con los trazados por este aplicado cineasta que, en un tiempo, fue contemplado por algunos como una especie de sucesor de Ingmar Bergman –básicamente porque llevó al cine el guión bergmaniano de Las mejores intenciones– y obtuvo algún éxito reputado como el de Pelle el conquistador –Palma de Oro en Cannes, que siempre luce bien–. Pero han pasado dos décadas y media de todo aquello, y August, por el camino, se ha perdido con producciones europudding como La casa de los espíritus, Smilla, misterio en la nieve o Tren de noche a Lisboa.

    Por eso, una película contenida y sólida como Corazón silencioso, que no sorprende pero tampoco disgusta, poco original en su planteamiento y entramado dramático, pero en todo momento bien resuelta, puede suponer una pequeña sorpresa. August regresa al cine danés con una pieza de cámara centrada en un reencuentro generacional y, como siempre, lo que sale a la luz cuando una serie de personajes deciden pasar juntos en la misma casa unos cuantos días.

    Una mansión espaciosa. Un fin de semana. Tres generaciones de una misma familia. Un conflicto aparentemente resuelto: la madre, aquejada de una enfermedad terminal, ha decidido poner fin a su vida. Sus dos hijas mayores parecen aceptarlo, pero lo que ocurre, y de lo que se habla, durante el fin de semana, pone en la picota todas las certezas y genera todas las inquietudes.

    August no engaña a nadie. Este es un filme de texto (dramático), teatral si se quiere –pero no pesado en el sentido del cine teatralizado– y de interpretaciones (Paprika Steen, una de las hijas, se llevó el premio a la mejor actriz en el último Festival de San Sebastián). Académico, en el sentido clásico de la palabra, lo que hoy puede ser tanto un defecto como una virtud: coherente, en definitiva, con la trayectoria de un cineasta que se repliega sobre sí mismo tras dar unos cuantos palos de ciego a la búsqueda de la identidad perdida.

    Corazón silencioso no sorprende pero es infinitamente mejor que todo lo rodado por August en los últimos veinte años, lo que no quiere decir mucho (August no es “autor” ni vende por su solo nombre entradas en una sala), pero tampoco es poco: un reducto de cine sobrio, a la vieja usanza, en tiempos de permanente probatura y agitación.

    A favor: la contención dramática y el trabajo interpretativo.

    En contra: la ausencia de toda sorpresa en el devenir del relato.

     

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