Lo imposible
por Xavi Sánchez PonsPelículas partidas en dos o hasta tres partes bien diferenciadas. Estos últimos meses hemos tenido unas cuantas. Un ejemplo: La La Land, con esa apuesta en la primera hora por el musical luminoso, y una segunda que se va oscureciendo poco a poco hasta mostrar un lado tenebroso que queda amortiguado por la belleza de sus imágenes y de la puesta en escena. Lion, como La La Land (por cierto, ambas nominadas a Mejor Película en la próxima ceremonia de los Oscar) también juega a dos bandas, y lo hace de forma mucho más evidente que Damien Chazelle. El debut de Garth Davis (fogueado en la televisión en la galardonada serie Top Of The Lake) se basa en hechos reales; una historia de desaparición, supervivencia, y posterior reencuentro, que parecería algo forzada si fuera de ficción. El realizador australiano parte de ese material y entrega un filme partido en dos que funciona como un cohete en su primer tramo, y flojea en el segundo. Vamos, que brilla cuando se pone el traje de historia de supervivencia que flirtea a ratos con el terror, y se vuelve irregular cuando decide apostar por el drama convencional algo tremendista.
>Así resumido rápidamente, Lion cuanta la historia verdadera –que diría David Lynch- de un niño hindú llamado Saroo, que se separa de su familia por accidente y se pierde en Calcuta. Tras vivir un infierno, cae bajo la tutela del estado, para después ser adoptado por una familia australiana. Unos años después, ya convertido en adulto, decide regresar a la India para reencontrarse con su madre biológica y hermanos. Davis se concentra en el inicio (la desaparición y el via crucis en la India del niño), y la parte final (el examen de conciencia que llevó al Saroo adulto a tomar la decisión de volver a su país). Y esa decisión acaba dividiendo la función en dos. La primera parte es extraordinaria, casi un survival de terror, con un chaval de seis años que corre, literalmente, por su vida. El cineasta australiano muestra una Calcuta de pesadilla, casi sin luz (gran trabajo del director de fotografía Greig Fraser), donde todo son amenazas: las mafias, el abuso de menores, la policía corrupta, la gente insensible al sufrimiento de los más pequeños, o el denso y peligroso tráfico de vehículos de la ciudad. Y hasta aquí todo bien.
Los problemas de Lion aparecen en el segundo tramo, cuando el pulso narrativo y la brillante formulación visual se esfuman para abrazar el drama más trillado. Davis se despista, y afloran los lugares comunes y algunos excesos sentimentales. La película pierde demasiado tiempo en explicar –mal- cómo un Saroo plenamente instalado en Australia entra en una crisis personal que le lleva, finalmente, a recordar sus orígenes y hacer así las paces con su pasado. Ese proceso se podría haber contado de una manera más elegante y precisa, sin personajes tan poco dibujados como los de la familia adoptiva y la novia del protagonista.
Dejando de lado el hándicap que supone su irregular segunda hora, los sesenta minutos iniciales de Lion son tan potentes – en ellos se atisba el talento de Garth Davis - que justifican por sí solos el interés de una película que juega en la misma división emotiva y sentimental de títulos como Lo imposible y Slumdog Millionaire.
A favor: el extraordinario pulso narrativo de su primer tramo
En contra: un despistado Dev Patel y su irregular segundo tramo