"La La Land" Es El Sumo Largometraje Del 2016 Y El Mas Excelso Musical De Los Últimos Dos Siglos
“Whiplash”—ganadora de tres premios de la Academia, un Golden Globe, tres BAFTA, entre otros— fue el agudo introito de un director que se proponía sacudir categóricamente al Hollywood superfluo y comercial, un gallardo estadounidense con un intelecto fílmico tan trascendente e insustituible que debe ser perpetuado, encomiado y disfrutado en su totalidad en estos tiempos de recesión, él es Damien Chazelle. Siendo el largometraje preliminar de tres de los festivales más solemnes del cine, ahora Chazelle manufactura una obra maestra de hogaño que perdurará perpetuamente debido a que no exclusivamente perfila el reverdecer de un género relegado, sino que discurre de manera cegadora y natural un estudio romántico estéticamente impactante, canoramente impactante, narrativamente impactante, y funcionalmente excelso.
“La La Land” se titula el tercer filme acaudillado por el realizador, este cuenta con las estrellas Emma Stone, Ryan Gosling y J.K.Simmons—aunque con un insólito minúsculo personaje—entre sus filas. Varios la han encuadrado como un drama folletinesco con pinceladas musicales, sin embargo, el celuloide trasciende sus propios confines, fraccionando el transcurrir de los acontecimientos dentro de cuatros ramas (las cuatro estaciones), las cuales acentúan el carácter que compondrá cada capítulo en la historia; no obstante, aunque se testimonia visiblemente una segmentación narrativa, el espectador no tardara en aprehender que está distribuida en tres campos liderados por géneros y temáticas distintas, lo que en definitiva nos lleva a afirmar que son tres historias independientes correlacionadas entre sí.
El relato narra las pericias de dos mancebos idealistas que cohabitan en el distrito en donde se sedimentan mayoritariamente los desengaños profesionales del planeta, Hollywood: una arbitraria fabula que descompondrá a nuestros discrepantes protagonistas. Ella anhela intransigentemente preponderar en la ciudad de los sueños, empero, sus pretensiones se van desmoronando y consumando por mor de los castings fallidos y de su trabajo como auxiliar en una cafetería de Warner Bros. (una insufrible mueca a su sufrimiento). Por otro lado, él es un pianista que hace bolos en bodas y bares privados con el fin de lograr abrir su propio pub, consiguiendo su más grande meta: proteger y reavivar la exánime llama del jazz. No obstante, sus vidas se ven adventiciamente entroncadas luego de un paseo noctambulo en busca de sus coches, lo que origina un arremetedor amor que rebasa una serie de periplos individuales. Aunque cada uno obtuvo lo que tanto acuciaban, la naturaleza de lo inesperado estará en riesgo y pondrá al borde de la cornisa lo intrínseco de su querer, lo que en Hollywood se traduciría como una muerte anunciada.
Es fehaciente que Chazelle no efectúa un ejercicio neófito en torno a las acciones que se desenvuelven con secciones cantadas y bailadas ya que en su opera prima “Guy and Madeleine on a Park Bench” además de ejecutar insignemente sus primeros pasos dentro de la materia, también salió victorioso en emulsionar el melodrama con las brillantes espontaneidades.La sección inicial se enfoca en contextualizarnos dentro del aire dominante por medio de números coreográficos que emanan un vintage incólume, dichas presentaciones son castas reminiscencias de las monumentales producciones de la MGM: “ Top Hat ,” “ Singin' in the Rain ,” “ The Umbrellas of Cherbourg ,” “ An American in Paris ,” y más fueron potenciales citas para la revitalización de los clásicos musicales. Primera toma, detallamos un amplio y azulino cielo por cinemascopio, precipitándose sosegadamente entre el congestionado y multitudinario trafico automovilístico. Cada individuo escucha disimilares estilos de música-una analogía que se deslíe en la musicalidad progresiva,- posterior “Another Day of Sun” es el epicentro de atención y un despliegue coreográfico arduo e inefable toma lugar a lo largo de todo el puente vehicular, números rodados en falsos planos secuencia como si de Iñarritu se tratara. Un frenético y excitante preludio, el cual adecua el ambiente en donde nuestros determinados actores se desenvolverán. En la segunda parte los grandilocuentes bailes estilo Broadway merman drásticamente y son sustituidos por el tratamiento sentimental, y como no podía faltar en un filme del director, las sinfónicas partituras se mantienen con fuerza, sin embargo, gradualmente brindan más preponderancia en pantalla a el jazz. Aquí es donde los arcos narrativos obtienen mayor solidez y los roles de Stone y Gosling brillan con profundas y auténticas interpretaciones. Luego de moverse por el energúmeno musical de la primera parte y el plausible amorío dramático de la segunda sección, Chazelle concluye con broche de oro con un mecanismo súbito, infatigable, ágil y taimado en la concomitancia de las situaciones que transmutan la narrativa cinematográfica; te hace sentir como si la tragicomedia hubiera fenecido, pero en realidad un giro más está por venir. Finalmente, rebrotan los ensambles coreográficos, pero esta vez, no se observan con el mismo dinamismo y explosividad de antes, los números son circunspectos y herméticos manifestando la aflicción de la historia. Con “Whiplash” proporciono una salutación inspiradora, con “La La Land” se afianza como uno de los cineastas norteamericanos mayúsculos, facultadando a las actuciones de Stone y Gosling y los órganos enteros del celuloide a recibir una garantizada nominación en los Oscars por esta carta de amor al cine Hollywoodense.