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    El tesoro
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    Danybur
    Danybur

    2.494 usuarios 188 críticas Sigue sus publicaciones

    4,5
    Publicada el 13 de agosto de 2020
    Custi (Cuzin Toma), empleado de una oficina pública, vive con su esposa y su amado hijo pequeño (a quien lee historias de Robin Hood) en un modesto departamento en Bucarest. Una noche, un vecino del edificio, Adrian (Adrian Purcarescu), en apuros económicos, le cuenta que en el jardín de una casona familiar su abuelo debió enterrar un tesoro para salvarlo de los comunistas y le propone hacerse cargo de contratar una empresa de detección de metales para hallarlo y luego dividir entre ambos las ganancias.

    Basta escuchar el primer diálogo entre ambos vecinos para entender que nos hallamos ante una comedia de un humor absurdo irresistible, sumamente cómico pero hierático, sin olvidar que se trata de una situación seria, donde personajes abatidos o escépticos se embarcan sin embargo en un "proyecto filipino" como éste.

    El director Corneliu Porumboiu encuadra a sus personajes en planos secuencia fijos, con lo cual refuerza el encierro y el absurdo de ciertas situaciones y diálogos. Por otro lado, la película plantea una tensión permanente ya que no sabemos si el tesoro realmente existe y por la eventual ocurrencia de obstáculos y conflictos.

    Como en varias películas del director, hay sabrosas referencias a la historia y la situación económica, política y social de Rumania, pero siempre en estricta función de la historia, que nos depara un final ciertamente maravilloso.
    Lourdes L.
    Lourdes L.

    129.886 usuarios 920 críticas Sigue sus publicaciones

    3,0
    Publicada el 8 de mayo de 2016
    A la espera de oír el sonido de la creencia.

    La película no engaña, van a la búsqueda de un tesoro; pero no esperes hallar a los Goonies, con su acción y jaleo, ni a un Nicolas Cage de tiempos mejores.
    Aquí todo es tranquilo y reposado, llevado con paciencia, constancia e intercalados silencios, como la buena pesca, no todos entienden su gusto y diversión, menos su entretenimiento pero, tiene un público fiel que la valora y estima; aunque, en esta ocasión, el absurdo manda en la propuesta, amén de esa desesperación, inquietud y extrema necesidad económica que lleva a jugárselo todo a una carta y lanzarse al vacío pues, perder es algo ya conocido.
    A pesar de su sencillez, o puede que por ella, sigues atenta con curiosidad a sus patéticos pasos, de acontecer rocambolesco; es franca, sobria, serena y pulcra, a la vez que ridícula y atónita. Dos adultos jugando a encontrar monedas para salir del atolladero y salvar la dignidad y su cabeza, al tiempo que cavan hoyos, de profundidad física y de palabras venenosas, que encierran un rencor de años de convivencia.
    Ironía perpleja por el vacío honesto con el que expone y narra, caprichosa ocurrencia de un destino que se ríe al tiempo que elabora, sueño dorado de todo mortal, que elige la simplicidad y humildad como rostro de andadura de un relato directo y plano, que asumió unas infantiles ilusiones y se arriesgó a comprobar la validez de su certeza.
    Corneliu Porumboiu parte del escepticismo, de una extravagante propuesta, para iniciar una irrisoria aventura que expone la realidad histórica y actual de una Rumanía, aún no en paz consigo misma y que tiene mucho que resolver todavía; diálogos picantes, abrasivos y feroces para escenas minimalistas y llanas que viven de la moderación, pero esconden pólvora entre sus rotos ingredientes, los cuales duelen y tensan un presente duro y áspero.
    Y la maquinita pita que pita..., y el espectador atento a lo que encuentra, mientras se intercambian pausadas conversaciones hirientes de una superviviente sociedad que sigue maltratada por su presente y ácido recuerdo; locura y perspicacia para un argumento que retrata la tragedia humana con inteligente vis cómica, mediante esa moral que planea todo el tiempo como bufón quijotesco, de decisión complicada.
    Frialdad estática para unos personajes herméticos que no muestran emociones, como tampoco lo hace el avispado jugador de póker, pues la debilidad se esconde, cara neutra es la señalada para esos golpeados rostros que resisten, esquivan y continúan en el juego, puede que para ganar, si por una vez la fortuna les socorre y no se equivoca el maldito aparato.
    Lenta y concisa no hay más distracción que observar su marcha, investigar en su devenir y ver a dónde te lleva, descifrar su rastreo y saborear lo que las amargas palabras y rígidas actitudes encierran; no acondiciona ni aumenta de volumen, ni aporta hierro extra al asunto, pero la acompañas con ese gusto de escuchar y ver qué pasa.
    Aguda e introvertida, un tesoro no por todos bien apreciado.
    La modestia de decir, entre medias, y que se entienda.

    Lo mejor; el talento de un modesto guión para presentar la realidad.
    Lo peor; no apreciarla por ser llana y austera.
    Nota 6
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