No es tan graciosa como esperas, ni tan romántica como desearías, ni tan divertida como debiera, ni tan locuaz ni aguda como convendría, ni tan gustosa como te gustaría, es Hugh Grant en su madurez torpe y esquiva, rememorando gestos cómplices de un pasado glorioso en un pródigo presente adulto, de esperanzador y optimista futuro, acompañado de una Marisa Tomei de orientadora en su perdido camino espiritual y laboral y secundarios acordes para formar esta nueva familia cuya apetencia debe hacer olvidar cualquier tiempo pasado mejor.
La cuestión es..., ¿lo consigue?, porque...
...Qué tiempo tan feliz cuando..., hacía de niño grande, de vendedor de guías turísticas enamorado, de atorado músico sin inspiración ni letras a su alcance, de eterno padrino/nunca novio aunque si compañera tras un funeral, de millonario fresco y descarado con cierta conciencia responsable gracias al preaviso de su bella ayudante, de atractivo conquistador y caradura presentador de una obsesa del peso, de sentido y sensibilidad exquisita como aspirante al amor verdadero en tiempos difíciles, como primer ministro loco por el amor, actually, adictivo a su secretaria, como obligado ganster de ojos azules por familia política..., y tantos otros títulos que irás rememorando, con ganas o sin ella, mientras observas a tan eterno galán, de timidez que roza la ternura, de un nefasto don para el sentimiento en palabra pero sinceridad aplastante envuelta de ironía para meter la pata, que nunca calla a tiempo ni habla cuando debe, que deslumbra a pesar de su deseo de pasar desapercibido, cuya expresión facial es un ininterrumpido atropello caótico que siempre encuentra la salida de emergencia, con maravilloso rostro de ingenuidad inocente a pesar de su manifestada culpa y un andar a puntillas que va conformando un sólido camino sin pretenderlo ni saberlo en una cinta con muy buenas intenciones, bondad suprema de miras y enfoque, suave en su aceptación envolvente, sencillez en una dirección que facilita su consumo, visión digestiva y acomodada que pretende ser firme y consistente en su abandono de un tiempo de fama ya histórico para abordar una actualidad con posibilidades, la alegría, conmoción y compromiso de descubrir un nuevo destino, etapa que se abre tras la valentía de olvidar y cerrar otra y que presenta un resultado decente, óptimo, válido y apropiado que no niegas ni disgusta pero tampoco place ni seduce con fuerza o carisma de un personaje tradicional en la carrera de este actor británico, sin novedad no vista anteriormente, que ni sorprende ni fascina ni cautiva en demasía y al que quieres querer más de lo logrado, sólo que...
...Qué tiempo tan feliz cuando..."mirando en el baúl de los recuerdos, uuuh, cualquier tiempo pasado nos parece mejor...", sentenciado vaticinio de cumplimiento obligatorio, aunque no se quiera ni desee, para una mirada que quiere emocionarse intensamente, un corazón que quiere vibrar locamente, un alma que quiere soñar plenamente pero, no puede evitar "..., volver la vista atras (porque) es bueno a veces...," cuando ese "..., mirar hacia delante es vivir (con) temor" ya que, sinceramente y por mucho que te guste su protagonista, seas coformista y benévolo, queda lejos, muy lejos de las perspectivas esperadas y queridas.
"¡Solía saber lo que era divertido!", admitirá este prófugo escritor/cobijado profesor de talento anónimo, aún no descubierto, a lo que se añade..., también solías saber lo que era romántico, tierno, dulce, alegre, extravagante, ocurrente, ridículo, mordaz, encantador, atractivo...
Rewrite/nueva versión, nunca mejor dicho ya que, siendo serios y dejando a Karina lejos, mejor tomemos a Jorge Manrique, quien expresaba con una añeja, para otros nueva descubierta versión, de mayor profundidad, dolor, sentencia y maestría..., "Recuerde el alma dormida, avive el seso y despierte contemplando como se pasa la vida, como se viene la muerte tan callando, cuán presto se va el placer, cómo, después de acordado, da dolor, cómo, a nuestro parecer, cualquier tiempo pasado fue mejor"