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    La escala
    Críticas
    3,0
    Entretenida
    La escala

    El descanso de las guerreras

    por Daniel de Partearroyo

    Al margen de los ejercicios más ortodoxos del género bélico, el cine contemporáneo ha encontrado en el cuerpo de los soldados un motivo recurrente sobre el que fijar la mirada con atrayente resultado. Sobre todo cuando hace de los militares su objeto de estudio en situaciones alejadas del combate: mirando a esos seres humanos entrenados para matar durante los largos periodos de tiempo en los que no ejercen la terrible función para la que han sido formados durante meses. Máquinas de guerra que, en realidad, son cuerpos en constante potencia, en tensión permanente hasta que llega el momento de poner en práctica lo aprendido. Vienen a la memoria ejemplos tan punzantes como Beau Travail (1999), de Claire Denis, o The Coast Guard (2002), de Kim Ki-duk, durante los primeros compases de La escala, el segundo largometraje de las hermanas Coulin, donde se sigue a un pequeño pelotón del ejército francés durante sus tres días libres de 'descompresión' en un resort de vacaciones en Chipre antes de volver a casa tras cumplir una serie de misiones en Afganistán. 

    Delphine y Muriel Coulin adaptan esta historia a partir de la novela que la primera publicó en 2013. Para ello han contado con dos presencias magnéticas delante de la cámara como protagonistas: Ariane Labed y Soko. Tanto la actriz griega, habitual en el cine de Yorgos Lanthimos (Alps, Langosta), como la cantante francesa reconvertida en actriz (La bailarina) han demostrado durante su breve pero productiva carrera anterior una gran habilidad para la expresividad física y la elocuencia corporal. Son capaces de centrar gran parte de su interpretación en cambios de postura, movimientos corporales respecto al espacio u otros personajes y dejar que sus anatomías expresen mucho más que unos diálogos en esencia intrascendentes. Si llegamos a comprender o sentirnos cercanos de las protagonistas de La escala es por la cantidad de tiempo que pasamos junto a ellas, no por escuchar sus palabras. Aunque las directoras colocan y mueven la cámara con elegancia y apuntes de sofisticación, es el trabajo de las actrices lo que eleva la película. 

    En su anterior filme, 17 filles (2011), las hermanas Coulin también recurrieron a una desdramatización solvente a la hora de contar el caso real de 17 chicas adolescentes que pactaron quedarse embarazadas a la vez ­–es el mismo suceso en el que se inspiró la película española Blog (Elena Trapé, 2010)–. Aplicar en La escala la misma aproximación observadora puede parecer interesante sobre el papel: renunciar a diseñar psicologismos dentro de lo que, en esencia, es un drama psicológico sobre los efectos de la guerra en el comportamiento y personalidad de los soldados. Sin embargo, el resultado dista mucho de convertirse en una experiencia con huella y corre el riesgo de acabar siendo tan despersonalizada e intercambiable como unas horas de espera en una terminal o el vestíbulo de un resort de vacaciones. Una sensación que, quizás, no diste tanto de lo que pretende la película. 

    A favor: Las dos actrices protagonistas, capaces de mostrar capas y matices de hastío. 

    En contra: Ni el estudio de personajes ni el retrato de tiempo suspendido van muy lejos.

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