Decía François Truffaut que “L’ Atalante” era una película en la que esteticismo y realismo iban de la mano, logrando así, una de las grandes obras del séptimo arte. Razón no le falta. La única película de Jean Vigo es una pieza fundamental para entender el cine. Una demostración abismal de como el correcto e inteligente empleo de la imagen proporciona al espectador un sinfín de sensaciones y emociones.
En “L’ Atalante”, Jean Vigo ofrece una radiografía verista y muy completa de lo que es el amor: una montaña rusa emocional, llena se subidas y de bajadas, donde lo realmente importante es el viaje en sí con esa persona amada. Como si de un cuento se tratase, Jean Vigo nos muestra las idas y venidas de una pareja recién casada. La forma en la que se filma el deseo sexual, el anhelo, los celos, la ilusión, etc., es mostrada con una belleza que, todavía hoy, casi cien años después, resulta moderna. Llega a lo más fondo del alma.
Sin embargo, esta pareja no es el verdadero protagonista del largometraje. Es el tío Jules, interpretado de forma absolutamente maravillosa por Michel Simon, quien llega al corazón de los espectadores. De hecho, es el corazón de la película. Una película sumamente humana. Con esa actitud sumamente naif, aportando el cariz cómico al filme. Aún así, es esa inocencia. Esa forma de obrar del tío Jules, carente de maldad es el corazón de la película. La forma de contar sus historias de viejo lobo de mar. Hay tanta riqueza en la interpretación de Michel Simon que, creo no equivocarme, si admito que estamos ante una de las grandes interpretaciones de la historia del cine. De largo.
Hablaba antes del elemento de realismo, pero Jean Vigo logra introducir también cierto componente onírico. Con mucha sutileza, simplemente con el fin de evocar, de una forma mucho más acusada, una determinada sensación. El director francés convierte a la embarcación en un lugar donde todo es posible. Un espacio único.
Otro aspecto que me parece muy importante para lograr el resultado final es la BSO. La música es empleada como complemento emocional a lo que la imagen está mostrando. Cuando las palabras no son útiles para expresar algo, qué mejor manera que hacerlo a través de la música y la imagen. A fin de cuentas. He ahí el quid de la magia del cine. Captar lo indescriptible. Porque, a fin de cuentas, “L’ Atalante” es un filme humanista. El ser humano está siendo representado por Jean Vigo, logrando algo al alcance de muy pocas películas: captar el alma. En mi opinión, está película ha envejecido sumamente bien debido a ese hecho. Podrán pasar años y años, siglos incluso, pero “L’ Atalante” es una película universal e inmortal. Ahí radica su éxito y por qué a generaciones enteras de cinéfilos les gusta esta película.
Por otro lado, creo que todo análisis que se le pueda hacer a esta película se queda corto. El largometraje de Jean Vigo es una película sumamente rica en detalles, sensaciones. Es agradable en términos extrasensoriales. Todo espectador que vuelva a ver o descubra (¡qué momento tan mágico el de descubrir algo nuevo y único!) “L’ Atalante” asume que está a punto de embarcarse en un viaje sin igual. En una travesía tragicómica de la condición humana. En la Odisea del amor. De hecho, me atrevo a afirmar que todo espectador ha pasado o está pasando por alguna de las situaciones sentimentales que se viven en la película.
Seguramente muchos se preguntarán que hubiese sido del cine si Jean Vigo no hubiese fallecido de forma tan prematura y siguiese haciendo películas. Obviamente, nuca sabremos la respuesta. Lo que si se pude constatar es que, “L’ Atalante” es una de las grandes películas de la historia del cine. Y que, en una sola película, Vigo se hizo un hueco de honor en el panteón de los grandes cineastas de todos los tiempo.