Podría haber sido una buena película, un válido trabajo, con más coherencia en el objetivo a narrar y más ocurrencia en los pasos que te llevan hacia ella, podría haber sido un relato que realmente valiera la pena.
Los entresijos que se mueven en la trastienda de un actor de éxito que intenta volver a primera portada, a plana actual de magazines y programas de cine, no por su vida privada, sino por el legítimo intento de darle un giro a su carrera y demostrar, que tiene más registros que ofertar, que los empeñados por todos los que le rodean.
Sólo que ese inspirador comienzo, ventana que se asoma a la ardua lucha de espectadores y prensa que te dirige, fuerza y presiona para que sigas en tu estela más la entereza de reponerse del fracaso, elegir y mantenerse firme en su decidida convicción aceptada, pronto se desvía y maquilla de innecesaria comicidad forzada sin nada de gracia, cuya inserción, a golpe de intromisión errónea, no hace más que certificar esa evidencia de falta de contenido e ideas que desarrollar y donde, esa inicial gota de iluminación, se perdió en el fondo del mar al no encontrar compañeras laboriosas que la ayudaran a nadar.
"Si no está grabado, no existe", verdad suprema de los tiempos locos que se viven donde la hermosa estética compensa la mediocridad vacía de una intimidad insuficiente, exigua y falta de todo, sugestivo arrebato olvidado de un Chris Rock que realiza un popurrí, medio franco/medio fantasía, sobre el renacimiento de un artista que se endereza y encuentra, de nuevo, su sonrisa a pesar de los golpes y el desorden; posible sutil autobiografía de experiencia propia sólo que, no sabe decidir entre la múltiple alternativa, no sabe escoger en qué terreno moverse, si en la comedia, el drama, la tontería o el absurdo, de modo que junta un poco de cada, en escenas alternas, y lo sirve en bandeja ostentada simulando comida única de lujo, malabares y sentimientos auténticos.
Pero, en verdad, lo que hay es un montón de cháchara dialéctica del susodicho director-guionista-actor, que no sabe controlar los tiempos, ni medir los espacios de su acaparada exposición y supuesto interesante diálogo, desbordando la capacidad consumidora de un posible público que se satura de tanta habla magistral ya que transmite, más bien, nada.
Acertadamente reforzado por Rosario Dawson, ésta eleva enormemente los fotogramas impidiendo que el aburrimiento sea total; y, tampoco es que te distancies o hastíes de él o de su estrafalario relato en continuo parloteo que, ocasionalmente, coge algo de carácter, es que malgasta la oportunidad de llevar a buen puerto ese atractivo enfoque de mundanidad actoral que intenta sobresalir y resistir a la marea que le arrastra y ahoga, virando hacia el humor vulgar, barato y simplón, sin ingenio ni diversión, más un cómplice de romance que, como amago que de repente se confirma, sólo viene a cerciorar que, de tanto lío mental que tuvo al escribir la historia, optó por un final a lo Cenicienta pues, si es es ella quien rescata al príncipe, amén de cierre feliz, tendremos ese original toque moderno y exclusivo.
Pero, en esa torpeza de dirección, que olvida incesantemente su camino, tomando atajos de relleno que ni estimulan, ni entretienen, ni expresan mucho, consigue anular todo su principal propósito que podría haber motivado y deleitado al espectador: sin embargo, decide hacer reír con chabacanos intentos nulos de imágenes cutres, hacer conmover con muestra escasa de alma herida y, enamorar con oferta mínima que, para cuando empieza a despertar y tomar forma, ya no hay tiempo para más y hay que sacarse el "...y comieron perdices" de la manga ¡como sea!
"O todo, o nada", tal vez ese fue el problema en toda esta mezcolanza de cinta, que el presente actor cómico fue a por todas en su ficción, de tintes veraces, sobre el interior de un luchador contra el panorama exterior que le empuja y tienta, pero se queda en nada dada la falta de talento y agudeza para relatar lo pretendido.
Reflexionar sobre la industria del famoseo y las artimañas pactadas que esconden en el armario, con intercalado de chistes bufones, montajes vivarachos y realismo de la calle donde la vida tiene lugar; no funciona pues, en el fondo, sólo es una sandez de película que estimula poco dada su alta cuota vendida.
Un extensivo monólogo del club de la comedia, andante, fuera de su habitual circuito, cámara en mano y con grabadora en marcha, descarga de simpatía sin chispa que no obtiene ni ternura ni sonrisa, sólo indiferencia de encontrar el zapato, con intención dejado, pero no tener ganas, ni ímpetu, ni querencia de ir a por su par a la espera, pasividad en la que caes sin posibilidad de activar tu inercia.
¡Si al menos hubiera provocado alguna carcajada!; se apaga en su nulidad por no construir un decente logro con ese fructífero pensamiento que, una vez, ocupó su mente.
Opta por salida fácil, de resultado regular, tirando a anodino; así no, Chris Rock.