Por una sonrisa de complacencia en tu rostro.
Un “Love actually” catalán para la tarde de reyes, que empieza de forma muy simpática y risueña gracias a la frescura y agilidad de su guión y al gancho y avenencia de los personajes. Introducción de las breves historias con sencillez, encanto, vitalidad y una sabrosa brisa que anticipa buenos augurios, para el desarrollo tragicómico de unos romances que intentarán tocar la vena sensible del vidente.
Divertida presentación para un tipo de relato que gusta y apetece pues ya es un clásico, dentro de ese género esperanzador que cree en el triunfo del amor imposible, aunque sea contra viento y marea.
Porque siempre se parte de ahí, de la crisis, duda, miedo y pérdida de crédito de unos anulados sentimientos que llevan a proclamar “¡es posible que el amor no exista!” para que cupido guionista se ponga en marcha y nos haga creer todo lo contrario, que hay días especiales en que la magia existe y donde todo puede darse, todo es alcanzable y los más fugaces sueños hacerse realidad, si se cree y lucha por ello.
Generalmente se elige la noche de fin de año como hecatombe y éxtasis de este torrencial de rápidas y caóticas sensaciones, Dani de la Orden elige la festividad de reyes y su esperada cabalgata como punto de partida y encuentro del romántico defraudado que recobra la ilusión, del incrédulo consejero que cae en su propia trampa, del tirante matrimonio que encuentra de nuevo la armonía, de los colegas fardones que comparten más de lo previsto, de las octogenarias que salen del armario..., de ese engranaje aventurero que inicia su andadura con chispa y salero, cuya vislumbrada continuación se reduce tenuemente para llegar a ese feliz arreglo donde todos se coordinan y comen perdices..., perdón ¡roscón de reyes!, que es más nuestro.
Picardía, gracia y locuaz intercambio de diálogos para una bienvenida curiosa y grata que despierta augurios de cordialidad y encanto, por un director y escritor que sabe explotar su ingenio y jovialidad con originalidad, que sabe ganarse a la audiencia con su descaro y desparpajo de sinceridad confesa que da lugar a ese humor espontáneo de personajes alocados, heridos y escépticos que, por otro lado, no deja de ser costumbrismo al uso pero que es alegre, contagioso y querido en su asimilación.
Un variado mosaico que trata de plasmar diferentes aspectos de un mismo punto común, el amor y todos sus aspectos, siendo la ambivalencia Madrid-Barcelona la excusa para hacerlo con soltura, coña y con ese agridulce melodrama que narra añoranzas, disputas, tropiezos, reconciliaciones y esa juerga imprevista que abre las puertas a lo que se quiera, en una noche donde los reyes hacen realidad las ensoñaciones de los mayores, en caso de que se hayan portado bien; si es lo contrario también, ¿por qué no?, que el carbón anda escaso.
Felicidad desbordada de entrega tradicional y decoración optimista que busca la diferencia y el desmarque en su oferta introductoria pero que pronto vira hacia lo conocido y cotidiano, pues queremos el cuento de siempre, al príncipe con su princesa y esa dicha de bendición conclusiva que deja sonrisa en el rostro, bienestar en el alma y templado regocijo por haber disfrutado de la velada.
Locuras, carreras y atropellos, baches, ocurrencias y desenvoltura, todo a velocidad acelerada que corre el tiempo y son varias las parejas que deben acabar en beso; no entramos en grandes pormenores, lo básico para intuir la situación y querer participar en su arreglo, más un familiar reparto como comodín para hacerse fácilmente con la concurrencia, destreza de vocabulario cotidiano para envolver a la misma, donaire y chistosas situaciones, con ese punto de sal que la ternura y el cariño endulzan para un meritorio quehacer de conjunto hábil, coloquial y ameno que permite gozar de la festividad luminosa de una cinta que proclama, a los cuatro vientos y tres reyes magos, ¡creo en el amor! y en su fuerza de unión y resistencia.
Como aconseja ella misma, a viva voz de solera entrada..., “¡venid y disfrutarla!”; lástima tener que esperar a dvd porque, la escasa distribución y mínima publicidad para con la misma no permitieron acudir a la sala del cine, como cabía y merecía.
“No se donde leí que..., tratar de olvidar a alguien era recordarlo para siempre”, y orgulloso y lleno de convicción expresa su creencia en tan poderoso afecto, mientras ella, dudosa..., ¿irá a buscarlo?; vale la pena averiguarlo.
Lo mejor, sus actores y la habilidad de presentar la tradición con apetencia gustosa.
Lo peor; pierde parte de su carisma conforme entre en materia.
Nota 5,8