Desembarco en el mundo del sentimiento y sus sensaciones.
Personaje curioso, hermético, frágil e interesante de descubrir por lo que hace, por lo que evita, por lo que no cuenta, por lo que no solicita, por lo que se atreve a desear, por lo que afronta, por lo que tiene que encarar en su infértil felicidad.
Una mujer solitaria, cumplidora fiel de su trabajo -el cual la mantiene ocupada con su robotizada rutina-, con un estático proceder, de duda insistente, y una relación problemática y gélida con su madre, cuya apática y tirante relación es evitable a toda costa.
Mala participante del juego de la vida y sus complicadas relaciones, se le da mejor observar e imitar -que tomar creativa iniciativa- en busca de esas experiencias que una existencia inerte y repetitiva le insisten en privar.
Se mantiene cuerda, aunque no recibe compensación ni beneficio de su esfuerzo, gusta de espiar a los clientes e inmiscuirse en sus vidas, para descubrir y saber lo que en primera persona nunca saborea; a escondidas mira y escucha, sin permiso se adentra en sus historias y flirtea con la información recibida, un conocimiento sabroso y exiguo a la par, aunque suficiente para cambiar su estatus actual y osar ir a por más.
Porque el mundo no se detiene ni el deseo se sacia nunca, siempre pide/nunca se conforma y ahora pretende experimentar para ser jugadora, ya no más una desapercibida vouyer; y siente, averigua, coge firmeza, confianza y decisión de querer y presenciar en carne y alma, ya no un simple curiosear, estar en el campo, en activo..., y por fin sonríe, y por fin sueña en positivo y deja de lado esas pesadillas de las que uno se alegraba de despertar, al contrario de ese hermoso soñar que, aunque no tiene grandes posibilidades de hacerse realidad, fascina, conmueve y alienta la mermada existencia.
Ya no es la misma, ha evolucionado, sus emociones están dispuestas, en pie, su placer satisfecho, sus sentidos alertas a esa oportunidad de poseer lo que nunca supo que quería, pero ha encontrado por accidente casual rebuscado.
¿Qué busca?, ¿qué aprecia?, ¿qué le aflige?, ¿qué le lleva a silenciar su andadura?, ¿qué le llena?, ¿qué le gusta?..., un relato radiográfico de una esencia impasible, adormecida e indiferente -que no insensible- al día a día de los demás, que como bella durmiente despierta de su somnolencia anímica y empieza a ver el presente en azul cielo, sin ese estéril gris que no aportaba ni expresada nada.
Ingo Haeb realiza una medida y escrupulosa construcción de su personaje, contando con la sugerente y comunicativa interpretación de Vicky Krieps, un trabajo absorbente de veracidad y claridad magníficas, que te lleva a acompañarla en su aventura incierta con el fisgoneo que se tiene por quien es diferente, extraña, opaca e impenetrable a los ojos de una audiencia que no alcanza a conocerla.
La vida es una gran mentira..., ¿emocional?, no lo sabe pero está insatisfecha con lo recibido, toma cartas en el asunto y colabora para acceder a otro terreno, ese desde el cual hay material que narrar, observable desde fuera.
Pero..., ¿quién va a querer observarte a ti?; la respuesta requiere consumir una historia cuyo cautivador ojeo se mantiene indemne por saber de ella, de su progreso, de su resultado por ese ser, estar y proceder inconexo.
“Madre, ya no soy la misma”, ¿estás segura?; no a todos motiva una aciaga intimidad que tenuemente inicia el vuelo, que desconcierta, atrae y crea aliciente con esa sencillez de provocar una primera sonrisa, que fantasea con la esperanza de muchas más, dada la delicia y apetencia que ha aportado a su sensible corazón, de moribunda psique, en este nuevo tiempo de amanecer soleado.
“Mamá, ¿sabes cuál es la mejor parte de limpiar?, que siempre se vuelve a ensuciar” y nunca dejas de estar atareada, para evitar volver a pensar en ilusiones dolorosas.
“La camarera Lynn”, quien sabe limpiar, que no disfrutar ensuciando.
Lo mejor; el personaje y la actriz que lo representa.
Lo peor; se echa en falta más información de su traumática persona.
Nota 6,3