Reconstrucciones históricas
por Israel ParedesLa filmografía como director de, también actor, Albert Dupontel, iniciada en 1996 con Bernie no resulta en conjunto demasiado brillante, pero sí interesante en esa cierta reformulación de la comedia popular francesa para usarla, desde un claro histrionismo y sentido hiperbólico, como vehículo para la crítica social, que tuvo en su anterior producción, 9 meses… de condena, quizá su mejor, y más estilizado, exponente. Pero ninguna de sus películas como director podía hacer pensar que Dupontel fuera el encargado de adaptar, como director, coguionista y actor principal, la famosa, y más que notable, novela de Pierre Lemaitre, quien también se ocupa del guion.
El texto de Lemaitre fue un gran éxito en todos los aspectos en su publicación, y era de esperar que tarde o temprano acabaría teniendo su versión cinematográfica. Nos vemos allá arriba, supera los anteriores trabajos de Dupontel, dado que estamos ante una gran producción, ambiciosa en todos sus planteamientos. El escritor francés escribió una novela que, desde su acercamiento al fresco histórico, aunaba en su interior diferentes registros tonales y de género: investigación detectivesca, relato de aventuras, bélico con perspectiva crítica, drama, crónica social y política, comedia y romance, que no escondía en momento alguno su acercamiento a unas vidas trágicas en momentos extremos. El trabajo literario de Lemaitre es convertido en imágenes por Dupontel a través de un uso de la puesta en escena basada en varios registros cinematográficos, variando en todo momento sobre una misma base. No se puede negar el exceso de algunas ideas, también una tendencia a un barroquismo formal, en ocasiones amanerado, que, sin embargo, no esconde cierta brillantez e ingenio a la hora de conformar un territorio cinematográfico que no niega el realismo o, mejor dicho, el naturalismo, pero sí lo tamiza con un cierto halo irreal, evidenciando en todo momento que estamos ante una ficción, una reconstrucción histórica. El gran trabajo de ambientación y de efectos ayudan a ese sentido irreal que da como resultado un gran teatro de época.
Uno de los temas más interesantes de Nos vemos allá arriba reside en una pulsión interna, suponemos involuntaria, que surge en el intento de Dupontel tanto de realizar una película que remita a modos pasados de grandes producciones como violentar su legado. En ese punto intermedio entre abrazar la herencia y anularla, aparece esa imposibilidad de recrear modos visuales y narrativos pretéritos. También de cómo toda representación histórica, máxime con el uso de la imagen digital como lo hace Dupontel, pone de relieve su carácter artificial, en el que exceso y fascinación producen un sentido de la maravilla visual que poco tiene que ver con el hiperrealismo que el digital ha intentado, en algunos aspectos y tendencias, imponer como forma de un nuevo y extremo realismo representacional.
Nos vemos allá arriba puede resultar en ocasiones arbitraria en sus elecciones visuales. Sus referencias son desde el principio más o menos evidentes, así como sus homenajes, tan claros como ingenuos. Pero poco a poco todo es asimilado por Dupontel para dotar a sus imágenes de una cierta personalidad en la creación de unas imágenes que contienen una narración cambiante en su ritmo y tono, para hablar de unos personajes que, tras la guerra, regresan a la vida civil, donde se encuentran una extensión del campo bélico que han dejado atrás. Con una mirada crítica hacia muchas ideas y, sobre todo, un buen trabajo con los personajes, la película de Dupontel quizá no llegue a la calidad del original literario, al menos en su conjunto, pero logra ser una adaptación tan fiel en líneas generales a ella como una propuesta, a partir de sus páginas, diferente y singular.
A favor: La puesta en escena de Dupontel es arriesgada y excesiva, y da como resultado una película, como poco, de gran interés en su reconstrucción histórica.
En contra: Que Dupontel abusa demasiado de algunos recursos técnicos, amanerando la película en muchos momentos.