Buscando a Jesucristo desesperadamente
por Marcos GandíaKevin Reynolds es un director tan interesante, outsider a su manera como con poca suerte. Que su mayor éxito (Robin Hood, príncipe de los ladrones) y su mayor fracaso (este relativo, que hay mucha leyenda urbana falsa al respecto: Waterworld) estén ligados a su amigo y tocayo Kevin Costner, también director, ha llevado a elucubraciones sobre quién de los dos firmaba de verdad los trabajos del otro. No obstante, servidor piensa que el cine de Reynolds se diferencia bastante del de Costner: donde el autor de Bailando con lobos ve clasicismo poético sea de casta o de raíces de bolsilibro, el firmante de Rapa Nui o La venganza del conde de Montecristo ve la crónica claustrofóbica del desastre, del fin del mundo.
Resucitado comienza casi con ello, con el fin de los días: los extraños fenómenos atmosféricos y geológicos que acompañaron a la exhalación del último suspiro de Cristo en la cruz. Será, sin embargo, todo lo que va a venir a continuación lo que realmente documente el ocaso de los protagonistas (más en el caso del que encarna el siempre con cara de lechuga ausente Joseph Fiennes): la desaparición de la fe y el peso de que la verdad estaba ahí fuera… pero la hemos asesinado y vamos a empezar a pagar por ello los próximos dos mil años. Kevin Reynolds sigue una estructura que remite a ese incunable del péplum religioso de estampita, La túnica sagrada que en 1943 dirigiera el gris e impersonal Henry Koster. El personaje de Fiennes es como el Richard Burton del film de Koster pero sin manifestar como si estuviera en el teatro de un colegio en Semana Santa esa culpa que le atormenta. Junto a él, la película inicia una serie de pesquisas en pos a localizar el paradero del cuerpo de Jesús, desaparecido de su sepulcro. ¿Se trata de una resurrección o de una estrategia política de los judíos? Esta premisa ya había sido contemplada en otros trabajos anteriores y tampoco es a la postre lo que le interesa al autor de La bestia de la guerra. Lo que él pretende es convertir al centurión romano en alguien muy parecido al Richard Chamberlain de la apocalíptica La última ola, la cual no deja de ser un film religioso, incluso más que este y La túnica sagrada: un escéptico a quien el ir tratando de desmontar los mitos y lo inexplicable le llevan a topar con lo real de esa mitología que no tiene explicación racional. Y con el fin del mundo, claro.
A favor: lo bien que funciona como secuela exploit B de La pasión de Cristo.
En contra: Joseph Fiennes no era el actor más apropiado.